Jueves de la 29ª semana del Tiempo Ordinario (C)

Lectura del santo Evangelio según Lucas (12, 49-53)

He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».

Comentario

He venido a prender fuego

Hay algo que se nos desencaja cuando escuchamos la proclamación de este Evangelio en la liturgia de hoy. Se nos rompe el esquema edulcorado que nos hemos fabricado de Jesús como un predicador bien intencionado, alguien demasiado espiritual que está lejos de la realidad, desconectado de nuestras intenciones y nuestros anhelos profundos. Es un esquema falso, claro está. Fabricado a la medida de nosotros mismos con materiales de derribo de todas las ideologías que el mundo ha conocido. El resultado es un retrato desleído, sin color, que es tanto como decir sin viveza, sin la capacidad de interpelarnos y escocer y hacernos cambiar de actitud. A eso se refiere Jesús en esta perícopa, a la necesaria lucha que se desata entre el discípulo y el mundo, a la necesidad de cortar apegos y afectos desordenados que nos impiden entregarnos por entero a la gran obra del reino de Dios. A entablar, en última instancia, un combate interior sin el que la bandera de Cristo no puede ondear victoriosa sobre el campo de batalla donde se decide la suerte del mundo y la salvación de la propia alma.

 

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