Lunes 1º de Pascua (C)

Lectura del santo evangelio según san Mateo (28,8-15):

EN aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; llenas de miedo y de alegría corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús salió al encuentro y les dijo:
«Alegraos».
Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.
Jesús les dijo:
«No temáis: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán».
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles:
«Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernados, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros».
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hoy.

Comentario

Comunicad a mis hermanos
La cosa empezó en Galilea. Y allí los dirige el Viviente, a los orígenes, a los inicios de su predicación. «Allí me verán». ¿Dónde está esa Galilea para encontrarte con el Resucitado? Piensa. No es necesariamente la región montañosa al norte de la Samaría, encajonada entre el Mediterráneo y el mar de Tiberíades de donde provenían Jesús y casi todos sus discípulos. Tiene que haber una Galilea interior, en el centro de tu corazón, donde el Viviente aguarda, donde se va a dejar ver y no sólo ver: donde vas a meter la mano en su herida como hizo Tomás. Hay una Galilea personal, íntima e intransferible donde el Señor glorificado te espera, donde quiere encontrarse contigo cara a cara. Ni yo ni nadie sabe decirte dónde está, porque sólo lo sabéis tú y el Viviente. Pero corre a encontrarte con Él este primer lunes de Pascua. Porque la primera palabra que brota de sus labios ya es sugerente: «Alegraos». Alégrate y vuelve a esa Galilea donde el Señor aguarda. No tardes…

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