Viernes de la 6ª semana de Pascua (A)

Lectura del santo evangelio según San Juan (16, 20-23a)

«En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada».

Comentario

Nadie os quitará vuestra alegría

Todos hemos experimentado la intensa alegría que sucede a una pena inmensa, descomunal, como un diagnóstico terrible o un accidente grave del que, poco a poco, se va recuperando el enfermo hasta recibir el alta. Lo estamos viendo a diario con esos agasajos improvisados a los pacientes que abandonan las unidades de cuidados intensivos a donde los condujo la neumonía bilateral derivada de la Covid-19 después de haber luchado, en algunos casos, cuarenta o cincuenta días contra el coronavirus y sus efectos en el organismo. Las lágrimas de sus familiares cuando el ingreso ahora se tornan sonrisas y gozo. Hemos pasado por la prueba y sabemos que esa alegría es más honda, más profunda, porque está acrisolada en el caldero de la adversidad. Así les vaticina Jesús a los apóstoles que será su alegría cuando lo vean triunfante, después de haber vencido a la muerte. Ellos no lo saben, lo mismo que los familiares del paciente hospitalizado no saben qué sucederá, pero esa alegría de ese momento en el que se vuelve a la vida no hay quien se la quite. La vida eterna en presencia del Padre que Jesús viene a inaugurar es una alegría que no hay quien la arrebate. 

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