San Francisco de Sales, obispo y doctor de la Iglesia (C)

Lectura del santo Evangelio según Marcos (3, 22-30)

Llega a casa y de nuevo se junta tanta gente que no los dejaban ni comer.

Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí. Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Él los invitó a acercarse y les hablaba en parábolas: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa.

En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre».

Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

Comentario

El que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón
Le disputan a Jesús su obra, imputándola a Satanás en vez de a Dios. Pero el Señor, que lee los corazones de sus oponentes dialécticos, le da la vuelta al argumento con sutileza: si los prodigios que observan son obra de Belzebú, entonces es que le queda poco de reinado al príncipe de este mundo puesto que está contra sí mismo. Es verdad. El reino de Dios está presente y al hacerse presente inaugura un tiempo nuevo en el que el pecado, el mal que es propio de Satanás, está siendo vencido. Y lo va a ser de manera definitiva cuando el Cristo se levante del sepulcro tras su muerte en el Calvario. Quien niega el amor implícito que trae la Trinidad es quien merece la condena eterna. Blasfemar contra el Espíritu Santo es tanto como negar su capacidad para convertir el corazón propio y volverlo hacia Dios.

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