Jueves de la 7ª semana de Pascua (A)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos (17, 20-26)

No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos».

¡Que sean completamente uno!

Comentario

La fraternidad es la prueba del mensaje divino de Cristo. Así se lo hace saber a los suyos: el amor fraterno entre cuantos crean en él en un futuro será la mejor prueba de que el mensaje que vino a propagar en la tierra ha dado su fruto. Para los paganos, el amor cristiano era un contrasentido. Mirad cómo se aman. Y, en efecto, los cristianos amaban a los huérfanos y a las viudas, a los esclavos, a los extranjeros, a los ancianos y a los niños, a todos aquellos que precisaban del amor para sobrevivir. Esto que ahora nos parece tan evidente -o no, siempre amenazado por el aborto o la eutanasia, por ejemplo-, fue un distintivo de la acción del Espíritu en aquellas primeras comunidades cristianas. Dios quiera que hoy también se nos conceda la gracia de experimentar la fraternidad auténtica para así dar testimonio de nuestra pertenencia a la Iglesia como Cristo nos exhortó. Unidad y fraternidad hablan de los seguidores de Cristo más que todas las palabras que podamos hilvanar para explicar la doctrina. 

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