SAN AGUSTÍN, obispo y doctor de la Iglesia, memoria obligatoria (A)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos (23, 13-22)

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la gehenna el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”! ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más, el oro o el templo que consagra el oro? O también: “Jurar por el altar no obliga, jurar por la ofrenda que está en el altar sí obliga”. ¡Ciegos! ¿Qué es más, la ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? Quien jura por el altar, jura por él y por cuanto hay sobre él; quien jura por el templo, jura por él y por quien habita en él; y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y también por el que está sentado en él.

¡Ay de vosotros, guías ciegos!

Jesús tiene palabras muy duras contra escribas y fariseos hipócritas. Conviene no perder de vista el calificativo, porque nos da la clave de interpretación. Es un discurso que el evangelista Mateo sitúa posterior al sermón de la montaña, que vemos justo por el  reverso: lo que allí eran bendiciones aquí son ayes, de dolor por el daño que causan a los que, en sencillo candor, han acogido la predicación del Reino de los cielos. Jesús fustiga con fuerza la hipocresía y el evangelista tiene muy presente a las comunidades cristianas primitivas a las que envía su mensaje, pero el texto nos llega hasta nuestros días con la misma fuerza para derribar ‘religiones’ propias en las que Dios es lo de menos y lo más importante resulta ser el oro del templo o las ofrendas de los devotos. No hay escapatoria posible.

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