Santos Joaquín y Ana, padres de la bienaventurada Virgen María (B)

Lectura del santo Evangelio según Mateo (13, 31-35)

Les propuso otra parábola: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno toma y siembra en su campo; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un árbol hasta el punto de que vienen los pájaros del cielo a anidar en sus ramas».

Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta». Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».

Comentario

El grano de mostaza se hace un árbol

Jesús hablaba en parábolas. El evangelista hace una referencia al salmo 78 y a la profecía que se cumple en la persona de Cristo. Para la mentalidad oriental, la parábola es una bella forma de explicar un contenido para que se desvele a interlocutores que no tienen por qué captar toda la sutileza que se propone con el discurso. Eso sucede con las dos parábolas con las que se asemeja el reino de los cielos: el grano de mostaza y la medida de levadura. Ambas comparaciones expresan con la fuerza del lenguaje la incontenible potencialidad que encierran tanto la semilla del árbol como una pequeña porción de levadura. El mensaje salvador, la Buena Nueva, tiene ese potencial: puede parecer en estos instantes que no llegará a ningún lado, que tiene todas las de perder, pero su potencial es enorme: la comparación entre el grano y el árbol de mostaza invita a pensar que todo lo que está replegado acabará desplegándose.  

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