Martes de la 34ª semana (C)

Lectura del santo Evangelio según San Lucas (21, 5-11)

Y como algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?».

Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el fin no será enseguida».

Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambres y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».

Comentario

No quedará piedra sobre piedra

Jesús habla del templo. Profetiza su destrucción. Y sus apóstoles lo entienden de modo literal. También las primeras comunidades cristianas, imbuidas de una tensión escatológica que a nosotros, literalmente también, se nos escapa. En efecto, el Templo de Jerusalén quedó arrasado en tiempos del emperador Tito en la siguiente generación a la que conoció la muerte y resurrección de Jesús. Todo ese lenguaje apocalíptico de los signos y las revoluciones hay que entenderlo en ese contexto. Ocurre que llegará también un día en que del templo del Espíritu Santo que es tu cuerpo no quedará piedra sobre piedra y las células de tu organismo buscarán el estado de máximo desorden. Para algunos, antes de la muerte, habrá signos y combate agónico con la enfermedad, los achaques o la vejez. De acuerdo. Pero el mismo Maestro nos previene de no ir tras quienes prometen engañosamente el fin de los días. Mantenerse firme, sereno y paciente en la adversidad, en ese momento en que se avecina el fin y no quedará piedra sobre piedra es signo de que Dios está con nosotros.

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