Santos Inocentes – Octava de Navidad IV (C)

Lectura del santo evangelio según san Mateo (2,13-18):

Cuando se marcharon los magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.»
José se levantó, cogió al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por el profeta: «Llamé a mi hijo, para que saliera de Egipto.» Al verse burlado por los magos, Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo, en Belén y sus alrededores, calculando el tiempo por lo que había averiguado de los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un grito se oye en Ramá, llanto y lamentos grandes; es Raquel que llora por sus hijos, y rehúsa el consuelo, porque ya no viven.»


Comentario

Herodes mató a todos los niños

La matanza de los inocentes presenta, de modo harto elocuente, uno de los problemas clásicos de la comprensión de Dios por parte del hombre: la existencia del mal. El mal que alcanza a los niños de pecho, a quienes juzgamos, desde todos los tiempos, inimputables jurídicamente. Qué culpa tendrán los pobrecitos, decimos. Y no entendemos que el sufrimiento alcance a los niños. No nos cabe en la cabeza que tengan que enfermar, que carezcan de sustento o que, con toda crudeza, tengan que morir. Se nos hace cuesta arriba entender este pasaje de la Escritura, por mucho apoyo en las profecías que nos presenta el evangelista. No sabemos dar respuesta a esta matanza, que en apariencia contradice la misericordia con que Dios se compadece de nosotros, incluidos esos bebés cuyo único pecado fue ser coetáneos de Jesús. Por eso se hace obligado detenerse en la Palabra: «Herodes montó en cólera y mandó matar a todos los niños de dos años para abajo en Belén y sus alrededores». Un rey encolerizado ordena dar muerte a los críos. O lo que es lo mismo: un hombre agarrado por el pecado comete esa monstruosa iniquidad. Para que caigamos en la cuenta de todo el daño que podemos hacer.

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