Gran misionero, patrono de los sacerdotes españoles

«Más preferiría vivir sin piel, que vivir sin devoción a la Virgen María», decía San Juan de Ávila, patrono de los sacerdotes españoles, reformador y escritor.

La fiesta de este gran misionero, director de almas y consejero de muchos santos se celebra cada 10 de mayo.

San Juan de Ávila nació por el año 1500 en España. Estudió en la Universidad de Alcalá, fue ordenado sacerdote en 1526 y repartió los bienes que le habían dejado sus padres entre los necesitados.

Juan, que significa: «Dios es misericordioso», tuvo el privilegio de ser amigo y consejero de seis santos: San Ignacio de Loyola, Santa Teresa, San Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Pedro de Alcántara y Fray Luis de Granada. Dicen que él es la figura más importante del clero secular español del siglo XVI.

Un gran número de fieles acudía siempre a escuchar sus predicaciones que preparaba arrodillado y en oración por varias horas. En ocasiones se pasaba toda la noche ante el crucifijo o el Santísimo encomendando la prédica y así obtenía muchas conversiones.


«Para poder obtener conversiones hay que tener fe en que sí se conseguirán conversiones. ¡La fe mueve montañas!”, decía el Santo. Además, solía recordar que la principal cualidad para ser un buen predicador es “¡Amar mucho a Dios!”
Con su entusiasmo contagiaba a muchos sacerdotes en la Evangelización. Los enemigos y envidiosos lo acusaron ante la inquisición con falsos testimonios y fue encarcelado. Al salir libre fue ovacionado por el pueblo.

Partió a la Casa del Padre un 10 de mayo de 1569 diciendo: “Jesús y María”.

En 1623 se instruyó en la archidiócesis de Toledo su Causa de canonización. El papa Benedicto XIV aprobó y elogió su doctrina y escritos en 1742. El 4 de abril de 1894 León XIII lo beatificó. En 1946 fue nombrado patrono del clero secular de España por Pío XII y Pablo VI lo canonizó el 31 de mayo de 1970. Fue proclamado Doctor de la Iglesia el 7 de octubre de 2012, junto a Santa Hildegarda de Bilden, por el papa Benedicto XVI.

San Juan de Ávila: tú que con tus sermones lograste tantas conversiones de pecadores, alcánzanos del Señor Dios, que también nosotros nos convirtamos.

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