Charada

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Se cumplen 60 años del estreno de la mítica “Charada”, con los carismáticos Audrey Hepburn y Cary Grant como reyes de la función. Es uno de esos títulos que han envejecido francamente bien y no le pesan los seis decenios que lleva a sus espaldas. Tanto la estructura argumental como el apartado técnico resultan a la par clásicos y modernos. La introducción, por ejemplo, podría muy bien pasar como la presentación de una película actual con estilo retro, y también los planos y escenas muestran una creatividad cercana al cine de hoy.

La trama, deudora del mago del suspense y a la vez tributo al propio Hitchcock, gira alrededor de Reggie (Hepburn), que está de vacaciones en la montaña cuando conoce a Peter (Grant). Se trata de un encuentro casual y sin importancia, que podría haber quedado en mera anécdota. Al volver a París, Reggie encuentra su apartamento vacío y descubre que han asesinado a su marido. Peter, que se entera de lo sucedido, se ofrece para ayudarla en tan penosa situación. Poco después se desvela el quid de la cuestión: existe un botín de guerra con diversos pretendientes, varios de ellos dispuestos a cualquier cosa para reclamar lo que consideran suyo. El enredo que desarrolla el magnífico guion de Peter Stone y Marc Behmeste involucra al propio espectador, que no deja de hacer conjeturas sobre quién es quién. Y es que “Charada” significa eso: acertijo.

El director de este ingenioso lío narrativo es Stanley Donen, cineasta versátil. Autor, entre otras cintas, de la magistral “Cantando bajo la lluvia” (1952), Donen nunca ganó un Oscar como director, pero la Academia de Hollywood le premió en 1998 con una estatuilla de carácter honorífico por su dilatada carrera. En cuanto al reparto, “Charada” cuenta no solo con la brillante actuación de los protagonistas (Hepburn y Grant), sino también con un elenco de secundarios que brilla a gran altura. Tanta calidad no tuvo, sin embargo, recompensa en la fiesta de los Oscar de 1964, y solo la potente y original música de Henry Mancini obtuvo una nominación.

Divertida, intrigante y romántica, a la película cabe achacarle la imagen superficial que muestra del matrimonio, una influencia procedente de la ‘revolución del divorcio’ originada en los Estados Unidos en la década de 1960. Una pega que, sin embargo, no invalida la recomendación a los mayores de la casa de un filme con enormes actores y una historia apasionante.

Guillermo De Lara

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