Dulce Nombre de María (B)

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,20-26):

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo: «Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas. Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque haréis duelo y lloraréis. ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.»


Comentario

¡Ay de nosotros!

El Evangelio de hoy es un trallazo, un látigo restallando en la oscuridad de la noche. Porque nosotros somos ricos, estamos saciados, reímos y casi todo el mundo habla bien de nosotros. Tenemos todas las papeletas, entonces, para ser desdichados. Salvo honrosas excepciones, somos ricos. Estadísticamente, lo somos, aunque nuestra mente luche para no serlo racionalmente y el corazón pugne por no serlo emocionalmente. No sabemos lo que es pasar necesidad, lo cual ya es suficiente riqueza. Ay de nosotros. Los ricos ya tenemos nuestro consuelo. «Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios», dice el Evangelio. Sólo en un corazón pobre, vacío, ayuno de satisfacciones mundanas, reconocimientos individuales y riquezas materiales puede entrar el Espíritu. María, de quien hoy celebramos la fiesta en honor de su dulce nombre, es el ejemplo de ese corazón pobre capaz de acoger a Dios. 

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