La fuerza de uno

Uno solo puede arrastrar a muchos

La desaparición del apartheid en Sudáfrica es uno de los hechos históricos en los que la contribución del cine fue decisiva. En 1987, el director británico Richard Attenborough puso el dedo en la llaga con “Grita libertad”, un campanazo cinematográfico para despertar a un mundo sordo ante la tremenda injusticia del racismo que padecía la población negra. Un año después, Chris Menges, también inglés, volvió sobre el tema con “Un mundo aparte”. En 1989, la directora Euzhan Palcy, natural de Martinica, dio otro importante toque de atención con “Una árida estación blanca”. Tres años más tarde se estrenó “La fuerza de uno” (1992), película dirigida por el estadounidense John G. Avildsen y basada en la novela homónima del periodista norteamericano Bryce Courtenay.

Repasemos ahora los acontecimientos más relevantes en Sudáfrica de 1989 a 1994 en relación con el apartheid. El 20 de septiembre de 1989 Frederik De Klerk asume el cargo de presidente. En febrero de 1990 De Klerk anuncia varias importantes medidas gubernamentales: iniciará un proceso de ‘eliminación de leyes discriminatorias’; legalizará al ACN (African National Congress), el más relevante partido de la oposición; dará por finalizado el estado de emergencia; y liberará a Nelson Mandela. En marzo de 1992 la población blanca vota en referéndum a favor de la supresión del apartheid. En abril de 1994 se convocan elecciones democráticas y Mandela resulta elegido presidente del país.

“La fuerza de uno” es el filme que recomendamos en estas líneas, por su idoneidad para explicar al espectador joven y al adulto el atentado a la dignidad humana que supuso el apartheid. El argumento se centra en P. K., un chico inglés en la Sudáfrica de la década de 1930 dominada por los afrikaners, descendientes de holandeses, franceses y alemanes, que constituían la clase dirigente. Sin complacencias, y hasta con cierta crudeza al mostrar la violencia, el director fija su atención en las desgracias que le acaecen y en los amigos que le ayudan a sobrellevarlas. Con un apropiado tono dickensiano, por el relato circularán diversos benefactores: un músico alemán (Armin Mueller-Stahl); un prisionero negro (Morgan Freeman); el director de su colegio (John Gielgud); y María (Fay Masterson), su primer amor.

Los jóvenes Brendan Deary, Guy Witcher y Stephen Dorff salen airosos dando vida a P.K. con 5, 12 y 18 años, respectivamente. Y estupendas son también la fotografía de Dean Semler y la música de Hans Zimmer. “La fuerza de uno” deja dos mensajes claros: que la actitud decidida de un solo individuo puede arrastrar a muchos hacia el bien; y que la unión de las personas en torno a un valioso ideal otorga la fuerza necesaria para sacarlo adelante.

Juan Jesús de Cózar

 

 

 

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