“La plenitud que me da estar en las cosas de Dios no me la proporciona nada en el mundo”

Testimonio
Evaristo Bobillo
Seminarista
1984, Sevilla. Natural de Los Palacios y Villafranca
Licenciado en Historia del Arte y experto en Patrimonio histórico
Seminarista de 1 º curso

“Papá, mamá, yo he sentido a Dios”. Estas son las palabras con las que un Evaristo adolescente volvió a casa tras un campamento de verano de los Salesianos de Utrera. Evaristo había crecido en el seno de una familia cristiana, y desde muy pequeño participaba de la Eucaristía varias veces a la semana. Reconoce que “fui creciendo con cierto gusto por lo religioso: me encantaba la Semana Santa, jugaba en casa haciendo pasos, siendo costalero y capataz a la vez, jugaba a decir misa… Mi vida la organizaba lo religioso”. Sin embargo, en aquel campamento al terminar la Secundaria tuvo por primera vez “una experiencia fuerte de Dios”. Recuerda que “estaba allí como en una nube. En cada oración, Eucaristía, sentía algo especial. No sabía explicarlo. Ahora te digo que experimentaba felicidad”.

Tras el Bachillerato comienza su etapa universitaria: “La decisión de estudiar Historia del Arte la tenía tomada desde varios años antes, movido por mi interés por el patrimonio religioso y la influencia de mi tío sacerdote, que también era historiador del arte. Cuando íbamos a ver alguna exposición con obras religiosas, él era capaz de explicar el significado artístico y teológico. A mí esto me llamaba mucho la atención y lo quería imitar”.

Asegura que durante los años en la Facultad seguía sintiendo “esa felicidad cuando me acercaba a las cosas de Dios”, pero echaba en falta un grupo de amigos con los que compartir su fe. Así, en tercero de carrera, participó primero en un retiro de la Pastoral Juvenil diocesana y, más tarde, en un campo de trabajo. “Aquí pude descubrir una Iglesia que desconocía: jóvenes con mis mismas inquietudes, personas en las que podía tocar al mismo Jesús y sacerdotes jóvenes felices, entregados por el Reino de Dios. Todo esto me llamaba mucho la atención, pero sobre todo la felicidad que yo veía en los sacerdotes. Aquí encontré mi grupo donde vivir la fe y en la Pastoral Juvenil el lugar dentro de la Iglesia donde trabajar”.

Una vida “perfecta” que no le hacía feliz

Entonces ya sentía la llamada de Dios, pero “no quería hacer algo distinto a lo que hacían las personas de mi edad”. Por eso, empezó a trabajar en el colegio Santa Joaquina de Sevilla: “Esto me permitió descubrir en mi trabajo con el alumnado las cualidades que puedo tener para acompañar en la vida y en la fe a los demás”. Sin embargo, pese a su vida “perfecta” -como él mismo la describe- con “independencia económica, salir de fiesta con mis amigos, viajar, ser querido y valorado profesionalmente, etc., no era completamente feliz y había una cosa que no había cambiado en todos estos años: la felicidad y la plenitud que me daba estar en las cosas de Dios no me la proporcionaba nada en el mundo”.

De este modo, en 2021 se acercó a través de su director espiritual a la Pastoral Vocacional, y en septiembre de 2022 “llegué al Seminario para quedarme”. Este paso lo sintió como “un proceso natural”, que ha vivido “con paz, tranquilidad, serenidad y confianza”.

Evaristo concluye con una invitación a otros hombres que, como él, sientan la vocación al sacerdocio. No importa el momento, asegura, porque “Dios nunca falla. Él es el que nos da la verdadera felicidad, porque tiene un plan de vida trazado para nosotros que nos hace feliz si nosotros, desde nuestra libertad, lo queremos tomar y vivir. De lo demás se encarga Él, que es quién nos elige, a través de la Iglesia y de los hermanos”.

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