“Procuro imitar al Señor, que no vino a ser servido, sino a servir”

Rafael Portillo García vive su fe en comunidad en el seno de la Parroquia del Santísimo Corpus Christi. El pasado mes de enero, el Arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, le concedió la medalla Pro Ecclesia Hispalense

“Intento hacer presente mi fe a diario mediante el testimonio de una vida íntegra. No tengo empacho en declararme cristiano, aunque respeto la postura de quienes no creen”. Para este catedrático de Filología Inglesa de la Universidad de Sevilla, el pilar fundamental de su fe es Jesucristo, a quien considera “Señor, hermano y amigo”.

Refiere que intenta vivir diariamente de acuerdo con el Evangelio. “Me encomiendo – sin duda– a su Santísima Madre, que es también la mía”.

Considera que “Jesús se encarna a diario en el débil, el enfermo y el necesitado”, por ello “hemos de tenerlos siempre en cuenta porque Él nos urge y, porque como indica la parábola, ellos son nuestros prójimos. Procuro imitar al Señor, que no vino a ser servido, sino a servir”.

Medalla Pro Ecclesia Hispalense

El pasado mes de enero, el Arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, le concedió la medalla Pro Ecclesia Hispalense a Rafael García, “por su esmera servicio a la Iglesia”, concretamente su vinculación con el Seminario Metropolitano de Sevilla, donde inició su colaboración “por casualidad en 2011, tras la jubilación”.

Rafael sostiene que un día un seminarista requirió su ayuda porque se preparaba para un examen de Literatura Inglesa. “Luego vendrían otros que deseaban mejorar su inglés, quienes debían mejorar su español por ser extranjeros, quienes necesitaban el B1 de Inglés, etc. etc. Y luego estaban los seminaristas menores que tenían problemas con la Lengua Inglesa, sobre todo cuando preparaban la Selectividad. Al final me acabé convirtiendo en profesor de apoyo en Inglés, Francés, Literatura, Historia, etc., además de tutor y consejero”, admite agradecido.

Al respecto, el rector del Seminario Metropolitano de Sevilla, Antero Pascual ha descrito a Rafael como una persona “siempre alegre, entusiasta, profundamente creyente, aparte de colaborar en la dimensión intelectual del Seminario, es un estímulo vocacional para los seminaristas, que lo quieren como a un padre. Siempre ha estado disponible para lo que el Seminario ha necesitado de él”.

Con el futuro de la Iglesia

Rafael confiesa que su experiencia “más gratificante ha sido la de acompañar a un determinado seminarista desde sus estudios en el Seminario Menor, pasando por el Mayor, y hasta su ordenación sacerdotal”.

Como episodios memorables “debo citar las visitas periódicas de un sacerdote inglés de Londres y, sobre todo, los cursillos de inmersión lingüística en Inglés, para los que pude contar con la inestimable ayuda de profesores de la Universidad de Sevilla”.

Expresa que siempre se ha sentido “muy a gusto entre los seminaristas. Porque se preparan para el sacerdocio y porque con su juventud representan el futuro de la Iglesia. De ellos he aprendido mucho”.

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