Una anécdota que me dio que pensar…
En un reciente encuentro diocesano, la persona que lo presidía nos contó su experiencia durante la visita a una parroquia situada en uno de los barrios más pobres de Sevilla. Al preguntarle a un chiquillo, entre 10 y 12 años, sobre sus aspiraciones para el futuro, este le respondió que de mayor quería ser un “mantenío”.
Indagando entre quienes le atendieron en esa visita sobre el sentido y alcance del término “mantenío”, concluyó que el chiquillo se refería al modo de vida al que podría aspirar: a vivir del subsidio y las ayudas de instituciones solidarias o de caridad.
Reflexionando en torno a esta respuesta, en el citado encuentro pudimos compartir hasta qué punto la pobreza es heredada, no solo como una realidad avalada con datos estadísticos, sino también y, sobre todo, como un “estado de conciencia o una actitud compartida en la población”.
1- LOS DATOS SON DESALENTADORES
Ciertamente, cuando nos acercamos a los datos sobre la distribución de la pobreza y la riqueza a lo largo de los últimos años, nos sentimos desanimados.
Según múltiples estudios e indicadores, en España la desigualdad se desbocó durante la crisis y aún no hemos conseguido controlarla.
No sólo somos el cuarto país más desigual de la UE, sino que, tras Bulgaria, somos el segundo país europeo en el que la distancia entre ricos y personas empobrecidas ha aumentado más a lo largo de los 10 últimos años. Según el informe sobre exclusión y desarrollo social en Andalucía de la Fundación FOESSA, como resultado de la Encuesta sobre Integración y Necesidades Sociales de 2018, Andalucía se caracteriza por tasas de desigualdad elevadas. Como en España, además, se ha producido entre 2008 y 2018 una tendencia al incremento de la desigualdad.
Por otra parte, al igual que en el conjunto del Estado, también ha crecido durante el periodo analizado la distancia que separa al 20% más rico de la población del 20% más pobre.
En ese sentido, los datos disponibles parecen poner de manifiesto que la recuperación económica está dejando de lado, o detrás, a la población andaluza más pobre.
2- ¿ES LA POBREZA UNA MALDICIÓN?
Muy duro es este interrogante, pero más dura es la realidad. Como se deduce de la lectura del Estudio sobre la Transmisión Intergeneracional de la pobreza de la Fundación FOESSA de 2016, hoy en día la igualdad de oportunidades es más una aspiración que una realidad. Buena prueba de ello es que la pobreza es algo que se puede heredar y que, de hecho, se hereda.
Y es a eso a lo que se denomina “transmisión intergeneracional de la pobreza” (TIP), a las dificultades que tiene una generación para mejorar su situación socioeconómica en comparación con la de sus padres, tras haber vivido sus primeros años en un hogar en situación de pobreza.
De entre los factores que con mayor fuerza determinan la Transmisión Intergeneracional de la Pobreza, este estudio destaca los siguientes:
- La inversión que la familia de origen realiza en la educación de sus hijos, muy condicionada por la situación económica del hogar.
- La transmisión de capacidades y habilidades que, por encima del componente genético, se relaciona con la importancia que los padres dan a las mismas, una importancia menos valorada en la clase social más deprimida.
- El aprendizaje de hábitos de comportamiento, actitudes, principios y valores que pueden intervenir en la Transmisión Intergeneracional de la Pobreza, un aprendizaje mejor atendido desde las clases más acomodadas.
- La influencia del grado de estudios alcanzado por los padres como condicionante del desarrollo del nivel educativo de sus hijos.
En resumen: factores como el nivel de estudios, la situación laboral, la ocupación y la renta son los principales responsables de que, en nuestro país, la pobreza se herede de padres a hijos.
3- ¿HAY ESPERANZA?
Recordamos aquí el mensaje del Papa Francisco con motivo de la III Jornada Mundial de los Pobres. En él, bajo el lema “LA ESPERANZA DE LOS POBRES NUNCA SE FRUSTRARÁ”, el Papa nos hacía notar que esto solo será posible si somos nosotros quienes nos convertimos en instrumento de la Misericordia de Dios:
- Familias que se ven obligadas a abandonar su tierra para buscar formas de
subsistencia en otros lugares.
- Huérfanos que han perdido a sus padres o que han sido separados violentamente de ellos a causa de una brutal explotación.
- Jóvenes en busca de una realización profesional a los que se les impide el acceso al trabajo a causa de políticas económicas miopes.
- Víctimas de tantas formas de violencia, desde la prostitución hasta las drogas, y humilladas en lo más profundo de su ser.
- Millones de inmigrantes víctimas de tantos intereses ocultos, tan a menudo instrumentalizados con fines políticos, a los que se les niega la solidaridad y la igualdad.
- Personas marginadas y sin hogar que deambulan por las ciudades.
- Pobres recogiendo en los vertederos el producto del descarte y de lo superfluo para buscar algo que comer o con qué vestirse.
Estos son los pobres de los que nos habla el Papa Francisco en su mensaje de la tercera JMP: Con el pobre, con cada uno de ellos, Jesús se identifica: “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”. (Mt 25,40)
PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN
- ¿Qué hemos hecho en estos días en beneficio de los pobres?
- ¿Crees que será suficiente con ejercer la solidaridad?
- ¿Habrá que intentar modificar las estructuras injustas (estructuras de pecado, como las definió San Juan Pablo II) que mantienen estas injusticias?
- ¿Somos parte de ellas o incluso, con nuestro modo de vida, nos alineamos con ellas?
- ¿Identificas alguna estructura injusta de la que pudieras sentirte partícipe?
- ¿Qué podrías hacer para modificarla?
DELEGACIÓN DIOCESANA DE PASTORAL SOCIAL, JUSTICIA Y PAZ