Mia y el león blanco

El pasado mes de mayo tuvo lugar en Madrid el encuentro anual preparatorio de la Semana de Cine Espiritual, que en 2020 cumplirá su decimosexta edición a escala nacional y la sexta a nivel local. De las 7 películas seleccionadas, 4 han sido ya reseñadas en esta publicación: El mayor regalo, ¡A ganar! y La canción de mi padre. Dos de ellas se estrenarán en breve: El creyente y El vendedor de sueños. Las dos restantes son: Una cuestión de género, disponible ya en DVD y en plataformas de pago; y “Mia y el león blanco”, que lleva 9 exitosas semanas en la cartelera española y bien merece un sitio en esta sección.

Producida por Francia, Mia y el león blanco es una valiosa y bien realizada cinta familiar, dirigida por Gilles de Maistre. El argumento nos traslada a algún punto de Sudáfrica en el que se ha instalado la familia Owen, formada por John y Alice, los padres, y sus hijos Mick y Mia, de 13 y 11 años respectivamente. Se han mudado desde Londres porque John se dedicará a la cría de leones y su posterior venta a zoológicos de garantía; un negocio que, además de su potencial rentabilidad, contribuye a la conservación de la especie. Pero no todo es de color de rosa: el cambio no parece haberle sentado muy bien a Mia, que añora su colegio y a sus amigas; además, Mick sufre algunos episodios de angustia, tiene pesadillas y debe seguir un tratamiento médico. Inesperadamente, el nacimiento de un león blanco provocará una sucesión de acontecimientos en los que se verá involucrada toda la familia.

El guion de Prune de Maistre, esposa del director, va desvelando de forma dosificada y asequible para el público infantil los antecedentes de la historia y las motivaciones de los personajes. Los actores adultos, Langley Kirkwood y Mélanie Laurent (los padres), cumplen en sus papeles, pero quien realmente destaca es la joven Daniah De Villiers con su interpretación de Mia. Elegida entre más de 300 niños sudafricanos, De Villiers sorprende con un alarde de registros y de derroche físico. La asombrosa naturalidad de la relación entre la joven actriz y el león no es ningún artificio, sino que se explica por las muchas horas que ella convivió con Thor (así se llama el león) durante los 3 años en los que se desarrolló el rodaje.

Mia y el león blanco es cine de aventuras para todos, con muchos puntos positivos sobre las relaciones familiares, el cuidado de la naturaleza y el comportamiento ético, que habría ganado en coherencia acentuando el sentido trascendente de la Creación.

Juan Jesús de Cózar

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