Martes de la 10ª semana del Tiempo Ordinario (A)

Lectura del santo evangelio según San Mateo (5, 13-16)

«Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Brille así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en los cielos».

Comentario

Sois la luz del mundo

Qué hermosa imagen la de los cristianos iluminando la realidad para verla con otros ojos, los de la fe. A menudo ni nosotros mismos nos lo creemos de verdad y nos da por pensar que todo el mundo tiene que ver las cosas a través de nuestros sentidos, pero Jesús le encomienda a sus discípulos que sean la luz que ilumina, el foco que proyecta su haz en la tenebrosa escena del desván donde el mundo arrincona cachivaches (filosóficos, ideológicos, políticos, psicológicos, económicos) amontonados tras su uso sin conseguir traer la felicidad a la vida del prójimo. La luz del mundo significa que cada cristiano se convierte en un pequeño faro para indicar a los barcos que navegan por el proceloso piélago marino dónde está la costa de referencia, donde los valores de la dignidad humana y el amor entre semejantes que salva de zozobrar en la tormenta. Ese faro es el que tú tienes que mantener encendido en la noche cerrada del descreimiento allí donde te haya tocado vivir. Una luz que permita a los hombres ver con sus propios ojos, iluminada la realidad con esa luminaria encendida que es El Que Vive.

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