Martes de la 11ª semana del Tiempo Ordinario (B)

Lectura del santo Evangelio según Mateo (5, 43-48)

Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.

Comentario

Amad a vuestros enemigos
Un paso más en ese camino de perfeccionamiento que Jesús pone por delante de sus discípulos. Los cristianos tienen que distinguirse por una mirada compasiva hacia el que los odia, a imitación del Padre celestial que hace salir el sol para malos y buenos y envía la lluvia para justos e injustos. Es el gran problema de la retribución en el que tropezaba el pueblo judío como puede verse en el Antiguo Testamento hasta que el libro de Job quiebra esa línea de pensamiento que reservaba los dones para los justos y el castigo para los empecatados. Ese quiebro se agranda con la predicación del Señor, que propone amar sin reciprocidad, sin esperar nada a cambio, sin tener ningún motivo por el que amar a quien -en los cálculos humanos- no se lo merece, simplemente a imagen de la gratuidad con que Dios manda la lluvia y hace salir el sol cada día sin excluir a ninguno de sus hijos de sus beneficios ni exigir nada a cambio. Un planteamiento tan radical como el que Jesús propone exige una fe también nueva.

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