Pintura y Eucaristía en el barroco sevillano

La segunda jornada del V Encuentro Sacramental, celebrada el pasado 8 de junio, la inició el historiador del arte y conservador del Museo de Bellas Artes, Ignacio Cano Rivera, con una ponencia de cariz artístico sobre el tema “Pintura y Eucaristía en el barroco sevillano”, periodo del que es un gran experto.

En ella hizo un recorrido por la representación de la Eucaristía en la pintura sevillana en el periodo aproximado entre 1600-1700, teniendo como punto de partida el gran lienzo de la Última Cena, de hacia 1588, obra de Alonso Vázquez para el refectorio del monasterio de la Cartuja, aunque ahora se conserve en el Museo de Bellas Artes, obra enmarcada en el manierismo, aunque con cierto naturalismo de ascendencia clásica romana.

De la representación de la Santa Cena se va a pasar a mostrar la sagrada forma de la Eucaristía como objeto en sí de contemplación y adoración por los santos, deteniéndose en una pintura de un realejo (órgano litúrgico antiguo) de Santo Tomás de Aquino en ademán de escribir el himno Adoro Te Devote junto a Santa Catalina de Siena con la Eucaristía, y otra, de la Universidad de Sevilla pero procedente de los jesuitas de hacia 1611, de Jesús instituyendo la Eucaristía junto a San Ignacio de Loyola y San Juan Evangelista.

Posteriormente, coincidiendo con la fijación de la doctrina de la transubstanciación por el Concilio de Trento aparecen las representaciones de la Sagrada Forma alojada en ricos ostensorios de orfebrería, bien rodeada de ángeles, celajes o cortinajes, en una escenografía barroca muy cercana a las Hermandades Sacramentales y a las capillas de los sagrarios. Señaló algunos ejemplos, como el atribuido a Zurbarán de la parroquia de la Magdalena, y otros ejemplos del mismo autor en Estocolmo y Murcia.

Respecto a los Triunfos de la Eucaristía, obras de mayor tamaño y más compleja iconografía señaló el gran lienzo de Francisco de Herrera de hacia 1641 de la Sacramental de San Vicente, recientemente restaurado, o las obras de Cornelio Schultz existentes en las Sacramentales de San Bartolomé y San Nicolás, destacando la gran obra de Herrera el Mozo para la Sacramental del Sagrario (1656), donde en un amplio cielo azul la Virgen Inmaculada adora a la Eucaristía junto a los Padres de la Iglesia, San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino. Y, asimismo, las de la Sacramental de Santa Catalina, atribuida al pintor granadino José Risuelo hacia 1660, o la de San Pedro, obra de Lucas Valdés en torno a 1700.

También fueron mostradas otras visiones eucarísticas, como los Niños Jesús triunfantes destinados a las puertas de los sagrarios, donde se aloja la Eucaristía para la oración, señalando obra de Alonso Cano, Zurbarán o Valdés Leal; o dos representaciones de San Juan Evangelista dando la comunión a la Virgen, obras de Alonso Cano (hacia 1630) actualmente en Génova y Méjico. Destacó la aportación de Murillo, con el medio punto de Santa María la Blanca (de hacia 1660) con la Fe triunfante mostrando la Eucaristía, en una iconografía que progresivamente va complicando la representación, como el milagro eucarístico de Santa Clara, de Valdés Leal, actualmente en el Ayuntamiento de Sevilla.

Como referencias de la progresiva complicación alegórica o simbólica de la pintura eucarística, aludió a dos obras de Murillo de la serie del Hospital de la Caridad con matices eucarísticos, como son La multiplicación de los panes y los peces, y Moisés haciendo brotar agua de la roca del Horeb, junto a otras de Zurbarán en la que predomina el simbolismo sacrificial: un paño de la Verónica con la forma del rostro de Cristo difuminada asemejándose a la sagrada forma y el Cordero pascual. En este ámbito de gran riqueza y exuberancia expresiva señaló el techo de la capilla sacramental de Santa Catalina, así como pinturas de gran tamaño de los presbiterios de San Julián, la Magdalena o San Isidoro, en los que la complejidad iconografía con temas y asuntos del Antiguo Testamento vinculados con la Eucaristía llega a su máximo apogeo.

Como conclusión, hizo por último referencia Ignacio Cano a la destacada serie de Matías de Arteaga para la Hermandad Sacramental del Sagrario, que definió como el primer ciclo completo dedicado a la Eucaristía con temas y prefiguraciones del Antiguo Testamento que es un valioso patrimonio de esta corporación eucarística de nuestra ciudad.

Sin duda, esta sesión fue una brillante exposición de gran parte del patrimonio pictórico de nuestra ciudad relacionado con la Eucaristía, que está en mano de las hermandades sacramentales o de los templos donde radican.

Isidro González

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