Jueves de la 3ª semana de Adviento (C)

Lectura del santo Evangelio según Lucas (7, 24-30)

Cuando se marcharon los mensajeros de Juan, se puso a hablar a la gente acerca de Juan: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Pues ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con ropas finas? Mirad, los que se visten fastuosamente y viven entre placeres están en los palacios reales. Entonces, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti para que prepare tu camino ante ti”. Porque os digo, entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan. Aunque el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él».

Al oír a Juan, todo el pueblo, incluso los publicanos, recibiendo el bautismo de Juan, proclamaron que Dios es justo. Pero los fariseos y los maestros de la ley, que no habían aceptado su bautismo, frustraron el designio de Dios para con ellos.

Comentario

Yo envío mi mensajero delante de ti
Frustraron el designio de Dios. La sentencia es severísima para aquellos que no han aceptado el bautismo de Juan, para todos esos que no se convierten porque creen estar en posesión de la verdad y vivir en el lado bueno de la vida. Jesús no ahorra calificativo porque frustrar el designio divino es particularmente grave, es tanto como desbaratar el plan de Dios, deshacer la voluntad del Padre que no es otra que el mundo se salve. Juan es el mensajero que va delante, anunciando la venida del Mesías, pero invita a una conversión de vida sin la cual no se puede acoger al que ha de venir. Y quien no lo hace, quien se mantiene en sus trece sin cuestionarse lo más mínimo de su actitud vital, está en contra de la voluntad de Dios. No hay peor pecado que el de que se opone al Espíritu Santo, dirá en otro momento Jesús reafirmando lo que dice de los escribas y fariseos en oposición a Juan.

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