Jueves después de Ceniza (B)

Lectura del santo evangelio según Lucas (9, 22-25)

Decía: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día».

Entonces decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz cada día y me siga. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se arruina a sí mismo?

Comentario

Tome su cruz cada día
Vida y muerte. Jesús anuncia a los suyos la pasión, muerte y resurrección sin que los discípulos den muestras de haber entendido de qué va la cosa. Y luego, a la multitud de seguidores, les pone delante vida y muerte para que escojan. En la primera lectura de la liturgia del día, Moisés ha puesto delante de los israelitas desterrados bendición y maldición, según se adhieran al plan de Dios a la hora de entrar en la tierra prometida o renieguen de su Dios y le sean infiel con otros diosecillos del mundo que los rodea. Vistos en paralelo ambos pasajes de la Biblia, se ve con más fuerza que la renuncia al mundo entero da vida y, viceversa, que la ganancia del mundo sólo trae perdición y ruina de uno mismo. Jesús esboza el camino que nosotros recorremos en Cuaresma para prepararnos en la celebración de sus misterios: la cruz. Pero ojo que no habla de lo extraordinario ni de lo asombroso, sino de la cruz de cada día. No es una exaltación del sufrimiento como tantas veces nos reprochan a los cristianos, sino un enaltecimiento de vencerse a sí mismo, de superarse en cada prueba prescindiendo del propio interés y la propia voluntad para someterse a la voluntad divina: vida y muerte, la singular batalla cuyo resplandor avizoramos, este jueves después de la Ceniza, cuando alcancemos la Pascua.

 

 

 

 

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