San Pedro Canisio, presbítero y doctor de la Iglesia (B)

Lectura del santo evangelio según Lucas (1, 39-45)

En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

Comentario

Bienaventurada la que ha creído
El relato de la Visitación nos habla de una alegría que llega con la que es Arca de la Nueva Alianza recorriendo el mismo camino que hizo el Arca cuando la trasladó el rey David. La alegría de la Natividad está todavía por llegar aunque es inminente, pero el gozo de Ain Karem -la pequeña población donde vivía el matrimonio de Isabel y Zacarías- es palpable y evidente: el Precursor, Juan el Bautista, salta de contento en el vientre de su madre porque la Virgen María visita a su madre. Esa es exactamente la alegría que nos empuja a llevar el Evangelio de hoy a nuestros coetáneos, en esta Navidad marcada por la pandemia y sus restricciones. María no va a visitar a Isabel para hacer un gesto: es su vocación de servir, como humilde esclava del Señor, la que la lleva a Ain Karem. Y hoy sigue visitando a tantos como están necesitados de alegría aun en estos tiempos recios. María es dichosa porque ha creído y lleva la alegría a quien la conoce. Millones de personas esperan la buena noticia para acercarse a la alegría que trae María.

 

 

 

 

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