Lunes de la 7ª semana de Pascua (A)

Lectura del santo Evangelio según san Juan (16, 29-33)

Le dicen sus discípulos: «Ahora sí que hablas claro y no usas comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por ello creemos que has salido de Dios». Les contestó Jesús: «¿Ahora creéis? Pues mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo».

Tened valor: yo he vencido al mundo

Comentario

Pasada la solemnidad de la Ascensión, la liturgia de esta semana nos va preparando para Pentecostés, la fiesta del Espíritu Santo. En la primera lectura, se nos relata cómo San Pablo se esfuerza por diferenciar el bautismo ascético, penitencial, de Juan el Bautista con el bautismo en el Espíritu a que da lugar el seguimiento de Cristo. No otra cosa es el sacramento de la Confirmación, en que el obispo nos impone las manos para recibir al Espíritu. En el Evangelio, los discípulos creen saberlo ya todo, convencidos de que han desentrañado el misterio de Cristo, pero Jesús los reconduce para explicarles que en la prueba es donde realmente van a encontrar el sentido de todo lo que han vivido. Cristo ha vencido al mundo porque ha destronado a la muerte que se enseñorea de cada hombre. La prueba del cristiano pasa -lo dice también Jesus en la perícopa de la jornada- por la soledad, ese trance por el que los apóstoles pasaron cuando el Señor ascendió a los cielos y se quedaron solos, sin más fuerza que sus pobres capacidades humanas. Hasta que Pentecostés inunde la tierra con el fuego del amor trinitario y haga arder en los corazones la llama de la evangelización. Tienes una semana para preparar tu propia renovación de Pentecostés. 

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