Santa Brígida, religiosa, patrona de Europa (B)

Lectura del santo Evangelio según Juan (15, 1-8)

Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.

Comentario

Ese da fruto abundante

Jesús le explica a sus discípulos la parábola del sembrador para que no quepan dudas. También a nosotros nos vale la aclaración. Por rachas, somos tierra ahogada por los cardos y, a veces, camino de piedras donde no crece nada, pero también tierra fértil en la que la planta extiende sus ramas y, en ellas, va dando fruto. Para nuestra mentalidad productivista y empírica, esto de los porcentajes nos lleva a consideraciones muy desafortunadas: es mejor quien más fruto da. Pero esa no es la mentalidad de Dios, que no está calculando en una balanza el resultado de todas nuestras acciones. Eso ya llegará a su momento. Ahora, quedémonos con el fruto. De las cuatro posibilidades que presenta la parábola, sólo en una de ellas aparece el fruto. Y no importa en qué cantidad, eso es lo de menos. Lo de más es que sea fructífero, que no se quede en agraz sino que pueda cosecharse. Eso es lo que importa.   

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