San Felipe Neri, presbítero (A)

Lectura del santo evangelio según San Juan (17, 1-11a)

Así habló Jesús y, levantando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese. He manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos. Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti».

Comentario

Te ruego por ellos
La oración sacerdotal desvela, al fin, el objetivo último de la revelación de Cristo: el anuncio de salvación que Jesús ha venido a traer a los hombres para gloria de Dios. Jesús recapitula a sus discípulos, los ha reunido y los presenta como ofrenda agradable al Padre: estos son los que me encomendaste, a ellos me enviaste, «he manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo» y ahora los presento ante ti, Padre bueno. Cada sacerdote con encargo de cura de almas tiene asignada una porción de ese mundo a su cuidado, para enseñarle al Dios Verdadero y a su enviado, Jesucristo. Responde de cada uno de ellos, criaturas del Padre, y en ellos se cumple la glorificación de Dios y su Unigénito. Es una recapitulación que anticipa la que tendrá lugar en el último día, cuando todas las cosas vuelvan a tener sentido, reunidas, en el nombre del Cristo glorioso. Es un anticipo, en definitiva. Jesús les está anticipando a los suyos la gloria venidera; los sacerdotes «en persona de Cristo» anticipan a la Iglesia peregrina la gloria de la vida eterna en el mundo presente. No son ensoñaciones, es una fe viva, enraizada en una porción de esa humanidad que busca. Jesús ruega al Padre por nosotros, por nuestra búsqueda incesante, por la gloria que tributamos al único merecedor. ¿Somos conscientes de lo que significa la recapitulación en Cristo Jesús que nos anuncia?

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