Día 6º dentro de la Octava de la Natividad del Señor (B)

Lectura del santo evangelio según Lucas (2, 36-40)

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.

Comentario

La gracia de Dios estaba con él
El evangelista Lucas completa la escena que se nos narraba en la liturgia de ayer aportando un segundo testimonio que viene a corroborar que Jesús es el Señor. En los juicios mosaicos, cualquier testimonio necesitaba el refrendo de un segundo testigo que acreditara la veracidad de lo que se decía. Se nos dan muchos datos de Ana, su tribu y su edad: 84 años de los que sólo siete (la duodécima parte de su edad) los vivió en la plenitud del amor conyugal y el resto, siete por once, sin ver colmada su alma. Hasta que aparece el Niño presentado en el templo. Y entonces siente que es Amor que viene a plenificar su vida. Porque ese bebé en brazos de su joven madre está lleno de la gracia de Dios y rebosa a su alrededor para quien sabe verla. Ese es el significado de la segunda parte de la perícopa: el resumen de la vida hogareña que se instala en Nazaret, creciendo el edad y sabiduría con la gracia de Dios.

 

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