Rafael Lobato Pérez

Fiel cristiano laico
* Algodonales (Cádiz), 28 de febrero de 1905
† El Saucejo (Sevilla), 21 de agosto de 1936
31 años

Nació Rafael Lobato Pérez (hermano del sacerdote Salvador Lobato Pérez), en Algodonales (Cádiz) el 28 de febrero de 1905. Fue bautizado el 2 de marzo posterior en la Iglesia Parroquial de la Sra. Santa Ana de dicha villa. Le impusieron los nombres de Rafael, José, Román del Sagrado Corazón de Jesús, de la Purísima Concepción y de la Santísima Trinidad. Sus padres fueron Salvador Lobato Ríos, sacristán además de zapatero, y Concepción Pérez Sánchez.

Vivía junto a sus padres en el domicilio familiar de Algodonales. Los vecinos decían de ellos que eran “honrados y virtuosos así como lo fueron sus abuelos”. Era de profesión carpintero y carecía de afiliación política. Rafael –soltero- y su madre acompañaban en algunas temporadas a Salvador mientras que el padre permanecía en el pueblo natal. Es por ello que sufrieron las dificultades que Salvador tuvo en el ejercicio de su ministerio parroquial en Coripe (supresión de cualquier placa o distintivo religioso en la vía pública) y La Muela (donde abundaban las amenazas y era imposible celebrar oficio religioso alguno).

El inicio de la contienda civil en julio de 1936 les cogió en El Saucejo donde, unos meses antes, unos desalmados habían intentado incendiar la Parroquia. Tras los primeros días, de tranquilidad, todo se torció el 23 de julio cuando la turba acudió a la casa rectoral, les cachearon y obligaron al sacerdote a entregar las llaves del Templo que fue de inmediato destrozado en su interior. Al ocupar su residencia el Comité la familia tuvo que refugiarse en casa de su criada (los dos hermanos) y en la contigua (su madre, bastante enferma). En el mes que permanecieron así recluidos, juntos, en buena medida custodiados, padecieron los insultos y las amenazas. Tras el asalto del Cuartel de la Guardia Civil en la madrugada del 21 de agosto con fuerzas venidas de fuera se acordó ir en busca “del cura” pues sabían dónde estaba refugiado. Detenido Salvador no quiso su hermano Rafael dejarlo en sólo en este trance por lo que, tras permitirles que se despidieran de su madre agonizante, ambos marcharon abrazados, soportando los empujones e insultos de sus guardianes. “Ten ánimo, Rafael’; ‘Acuérdate de Dios, a quien pronto veremos” le decía el sacerdote. Les condujeron algo más allá de la Plaza donde, en el lugar denominado Alberquilla en la carretera a Navarredonda, Rafael recibió la muerte martirial en la misma forma y hora, las 16.30, que su hermano sacerdote.

A la mañana siguiente sus cadáveres fueron llevados al cementerio. Para ahorrar trabajo intentaron quemar sus cuerpos pero sólo consiguieron chamuscar las ropas. En vista de ello los amontonaron en la puerta de entrada con otros cadáveres y les cubrieron con unas espuertas de tierra. El 4 de septiembre posterior, al entrar las tropas nacionales, todavía se observaban descubiertas partes de aquellos cuerpos. El 15 de octubre, una vez reconocidos, ambos hermanos fueron enterrados.

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