“Los enfermos han sido mis mejores maestros”

José María Rubio está casado, tiene 4 hijos y 11 nietos. Es médico y profesor universitario. Especialista en Bioética. 

José María Rubio es toda una personalidad en Sevilla, sobre todo, en el ámbito sanitario. No en vano, fue presidente de PROSAC (Asociación de Profesionales Sanitarios Cristianos) y ha sido uno de los principales impulsores de la asignatura de Bioética en las carreras universitarias de Medicina.

José María es un cristiano sin complejos, que no oculta que su vocación médica “surge de mi fe”. Y aunque confiesa que muchas veces no es fácil encontrar la fe en un hospital, “entiendes que el enfermo es la imagen privilegiada de Cristo y como a tal hay que acompañarlo”. Asimismo, reconoce que en su carrera “los enfermos han sido mis mejores maestros”. En esta línea, José María señala que actualmente “la sociedad pretende ocultar o huir de la muerte”, por eso reivindica la necesidad de enseñar a los profesionales sanitarios “acompañar en el buen morir, hasta el final de la vida”.

Precisamente, con respecto a su experiencia docente, concretamente sobre bioética, explica que en esta asignatura “no se enseña a saber, sino a pensar. Está destinada a establecer una ética médica, no desde una perspectiva filosófica o moral. Por eso, siempre enseño a mis alumnos a escuchar a sus pacientes y a ser resolutivos, en conciencia, ante una situación adversa”.

Otra de las facetas destacadas de José María es su amor por las hermandades (fue pregonero de la Semana Santa en 1991). Opina que la cofrade “es otra forma de vivir la fe; una realidad en la que hay que estar, al igual que en la vida parroquial”.

Concluye dando gracias a Dios por el don de la fe: “Sólo quiero ir allí donde Dios me lleve. Sé que esto implica un trabajo espiritual fuerte, pero creo que es justamente lo que el mundo necesita: Una espiritualidad profunda, que nace de la oración, que tiene que impregnar todos los ámbitos de nuestra vida (familia, trabajo, política, economía…); porque una ciudadanía sin espiritualidad se queda sin valores, se queda en nada”.

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