Viernes de la 16º Semana (B)

Lectura del santo evangelio según san Mateo (13,18-23):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.»

Comentario

Ese dará fruto

Por qué les hablaba en parábolas, preguntaban los discípulos en el Evangelio de ayer. Hoy tenemos la respuesta. En palabras del mismo Jesús, que se detiene -no es mucho suponer que pacientemente- a desmenuzarles la parábola del sembrador. Está todo muy clarito. Pero como si quisiera reforzar su explicación, subraya que la palabra del Reino no sólo hay que escucharla, sino además entenderla. «Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno», especifica. ¿Y qué es entender la palabra del Reino?, podríamos preguntarnos al igual que hicieron los apóstoles. Entenderla es lo mismo que cumplirla, ponerla en práctica, llevarla a la vida cotidiana. Nuestro mundo está sobrado de bellas palabras, hermosos discursos que intercambiamos casi sin darnos cuenta a través de los muchos aparatos de reproducción a nuestra disposición. Pero qué pocas veces esas hermosas frases se traspasan a la experiencia. Entender la palabra es mucho más que escucharla. Entenderla es acogerla y enterrarla en la tierra fértil donde va a producir fruto.

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