Jueves de la 1ª Semana (B)

Lectura del santo evangelio según san Marcos (1,40-45):

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

 

Comentario

“No se lo digas a nadie”

Qué contradictorio nos parece el Evangelio de hoy: Jesús cura (¡tocándolo!) a un leproso pero lo amonesta severamente: “No se lo digas a nadie”. Al leproso, como le pasaría a cualquiera de nosotros, le falta tiempo para contarlo a todo el mundo y dice el evangelista Marcos que “Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo” sino que se quedaba a las afueras y aun así afluía gente de todas partes, suponemos que en pos de curación. Vaya, qué chocante que no quiere que se le acerquen. Te propongo una parábola de nuestros días para explicarlo: imagina un médico que va de televisión en televisión animando a los fumadores a dejar el tabaco, pero que al mismo tiempo ha obtenido -ya es mucho imaginar, lo sé- un remedio para limpiar los pulmones y evitar el cáncer, la EPOC y otras enfermedades asociadas. Él está empeñado en que dejen el hábito, pero se compadece de un pobre bronquítico crónico y lo cura. No quiere que lo divulgue para no verse con una cola de pacientes aguardando a las puertas de cada televisión que visita porque lo que él busca es que la gente deje de fumar. Pues eso: Jesús predica el Reino de Dios como veíamos en el evangelio del primer día de la primera semana del tiempo ordinario, pero su misericordia infinita le lleva a apiadarse del leproso. El ha venido para que cambies de vida -“Conviértete y cree en el Evangelio”-, no para que implores tu sanación milagrosa.

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