AGUSTÍN ALCALÁ HENKE, laico

Fiel cristiano laico
* Alcalá de Guadaira (Sevilla), 7 de junio de 1892
† Sevilla, 17 de julio de 1936
44 años

Nació el 7 de junio de 1892 en Alcalá de Guadaira (Sevilla) y fue bautizado el 19 del mismo mes en la Parroquia de Santiago el Mayor de la villa natal. Se le impuso por nombre Agustín, José, Vicente. Fue el cuarto de los cinco hijos habidos en el matrimonio canónico celebrado en la Iglesia Parroquial de El Sagrario de Sevilla en abril de 1878 entre Agustín Alcalá Ortí, farmacéutico además de propietario, y Teresa Henke Zerezos.

Sus primeros estudios los realizó en un colegio privado alcalareño hasta que en 1902 ingresó para realizar interno el bachillerato elemental en el Colegio San Luis Gonzaga que los Jesuitas tenían en El Puerto de Santa María (Cádiz). Finalizados en 1908 con brillantez decidió estudiar Derecho realizando el curso preparatorio en Deusto (también con los Jesuitas) y los restantes en la Universidad de Sevilla. En julio de 1914, con 22 años, obtuvo el título de Licenciado. Un año más tarde, el 24 de noviembre de 1915 defendió su Tesis Doctoral, titulada La esclavitud de los negros en la América española (estudio jurídico en el que defendió la menor dureza en el trato a los esclavos dispensado por los españoles) que obtuvo la calificación de Sobresaliente.

A partir de este momento la actividad empresarial, la política y la colaboración con la Iglesia, fueron los tres ejes de su trayectoria vital, siempre con el denominador común de su compromiso cristiano. En la Alcalá de los años veinte y treinta, fue uno de los principales artífices de la expansión de la industria de aderezo de aceituna, participando en la fundación de empresas y llegando a ostentar la Presidencia del Grupo de Exportadores. La vocación por la política le vino por tradición familiar: su padre fue presidente del Partido Conservador y Alcalde de Alcalá (1904-1920); también por su tío abuelo, el reconocido abogado, filósofo y periodista católico José Ortí y Lara (destituido de su Cátedra en la Universidad de Granada en 1869 por su acendrado catolicismo). Siempre lo hicieron siguiendo los postulados de la Doctrina Pontificia y, en el caso concreto de Alcalá Henke, la comenzó en oposición a determinados planteamientos de la Dictadura de Primo de Rivera, siendo a su caída Primer Teniente Alcalde y, ya en la Segunda República, su personalidad y prestigio fueron decisivos para el mayoritario respaldo popular en las urnas a los planteamientos conservadores y de la CEDA. Su colaboración con la Iglesia quedó patente en la protección a las Conferencias de San Vicente de Paúl (se le conocía como el padre de los pobres), pertenencia a varias Hermandades (de Jesús, Santo Entierro, Virgen del Águila y, sobre todo, Sacramental de la P. de San Sebastián de la que llegó a ser Hermano Mayor), sufragio de obras y trabajos en templos, participación en la Junta Parroquial a partir de 1932. Ese compromiso cristiano quedó patente en todas las obras anteriores y, sobre todo, por la forma en que trataba a los trabajadores que tenía a su cargo (a pesar del radicalismo social y sindical del momento, la empresa que dirigía no registró conflictos) que estaban inspirados en el catolicismo social.

A las 22.45 horas del 17 de julio de 1936, cuando Alcalá Henke departía amigablemente en el Casino frente a su casa dos pistoleros se acercaron por detrás y le dispararon mortalmente; acababa de entregar  500 pts. al Presidente de las Conferencias de San Vicente de Paúl para atender a los más necesitados con la indicación, como siempre, de preservar el anonimato del donante. Trasladado con urgencia a Sevilla, el sacerdote que le había acompañado desde Alcalá le administró los Sacramentos; poco se pudo hacer: encomendándose a Dios y perdonando a sus enemigos falleció en la mañana posterior. Su muerte fue muy sentida en todos los sectores sociales de su ciudad, en particular por los obreros. La Hermandad Sacramental de San Sebastián, de la que era Hermano Mayor, le concedió sepultura en la Capilla del Sagrario de dicha. El recuerdo de su figura quedó plasmado en actos públicos celebrados en el aniversario de su muerte; se rotuló con su nombre una vía céntrica; en su casa natal fue colocada una lápida a su memoria; se consagró una Parroquia a San Agustín y se dio el mimo nombre a todo el barrio; la Hermandad de Nuestro Padre Jesús colocó una imagen de San Agustín en el Sagrario de Santiago.

Los graves hechos inmediatos a su asesinato, golpe militar y conflicto armado, dificultaron la localización de los responsables; tampoco la familia quiso formular denuncia para evitar violencias aún mayores a las vividas tras la llegada de las tropas nacionales a Alcalá. Nunca se detuvieron a los culpables. D. Agustín fue “condenado a muerte por bueno”, víctima por su acendrado catolicismo social con el que siempre lograba acuerdos con los trabajadores, algo nada propicio en unos momentos en los que arreciaron la lucha y las pasiones exacerbadas entre posiciones ideológicas extremas.

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