La comunicación en la familia

 (Reseña de la sesión “La Comunicación en la Familia”, desarrollada por el COF de Triana Los Remedios en el Aula de los Gentiles de la parroquia de Santas Justa y Rufina).

Un viajero llega a un pueblo y le pregunta a un anciano, sin apenas saludarle, cómo es la gente en ese pueblo porque de donde él viene la gente era complicada y agresiva, arrogante e insensible. El anciano le contesta “aquí la gente es igual”.

Otro viajero, saludando amablemente, le hace la misma pregunta, pero diciéndole que en su pueblo la gente es atenta, generosa y sencilla. El anciano le contesta “aquí la gente es igual”.

Una persona, que había oído ambas respuestas, le pregunta al anciano cómo es posible dar la misma respuesta a dos preguntas tan diferentes, a lo que el anciano le contestó: En vez de preguntarte cómo te tratan los que te rodean, mejor pregúntate cómo los tratas tú a ellos. A la larga la gente se termina comportando contigo como tú te comportas con ellos.

Esperamos que cambie el otro, antes de cambiar nosotros. Podemos obtener una sonrisa si antes sonreímos nosotros. La comunicación en la familia es bidireccional, lo que tú das es lo que recibes. Y en todos los casos, siempre, necesitamos comunicarnos. Si en el hogar no lo conseguimos de forma adecuada, lo buscaremos fuera, desarrollando en el hogar conductas egoístas que no contemplan las necesidades del otro. Esto es aplicable al matrimonio, pero también a los hijos. Si nuestros hijos no encuentran el ambiente adecuado para comunicarse en el hogar, lo encontrarán fuera, y a veces en ambientes inapropiados donde buscarán la aceptación y desarrollarán una equivocada autoestima.

En el matrimonio

La pregunta es ¿remamos como matrimonio en la misma dirección o a la contra?, ¿sumamos o restamos en nuestra comunicación diaria? La realidad es que hombre y mujer somos diferentes y nos complementamos. Nos necesitamos como matrimonio y nos necesitan nuestros hijos como padres. No es fácil la tarea. Es un proceso continuo de mejora, necesitado de actualización. La perspectiva cambia cuando pensamos que la comunicación no es una competición donde uno gana y otro pierde. La perspectiva cambia cuando pienso ¿qué puedo hacer yo para ayudar al otro? En los muchos conflictos de pareja que atendemos en el COF, planteamos frecuentemente este cambio de enfoque, y los resultados cambian drásticamente si se ejecuta con rigor.

Partamos desde el principio. Dios nos hizo diferentes, hombre y mujer. Diferentes en los valores, las necesidades, las motivaciones, lo emocional, la sexualidad y la forma de comunicarnos. Error: esperar que el otro cambie y se parezca a nosotros. La verdadera comunicación procede de la comprensión y la aceptación de las diferencias. Aceptando que la comunicación es un todo, como la persona: cuerpo, psique y espíritu. La tarea no es fácil, pero se puede entrenar, es mejorable. Es un proceso y debe empezarse a practicar desde el primer día, en el matrimonio, y con los hijos desde el nacimiento.

Algunas reflexiones conocidas: La comunicación es siempre cosa de dos. La comunicación en la familia debe basarse en la confianza y nunca en la sospecha. La comunicación efectiva comienza con la escucha. Tenemos dos orejas y una boca para escuchar tanto como hablamos. Dos monólogos no hacen un diálogo. No puedes escuchar a alguien y hacer algo al mismo tiempo. No se puede “no comunicar”: hagas lo que hagas, siempre transmites algo.

Dada la importancia de la comunicación, reflexionemos también sobre algunas herramientas/técnicas necesarias, que utilizamos para comunicarnos y que siempre son mejorables: prestar atención, mirar a los ojos, la mirada apreciativa, querer comunicarnos, ofrecer feed-back, parafrasear, callar, cambiar nuestra orientación y ser positivo, utilizar la “mano izquierda”, centrar el tema objeto de la comunicación, explicitar los sentimientos vinculados al contenido, orientarnos hacia lo positivo. ¿Qué podríamos hacer con las personas de nuestro entorno si nos enfocáramos sólo en lo positivo de cada uno (pareja, hijos, compañeros)? ¿Cambiaríamos el mundo?

En definitiva, para que la comunicación en la familia sea eficaz, se deben dar unas condiciones imprescindibles que repasamos y analizamos: claridad, empatía, sinceridad, sentido del humor, autenticidad, coherencia, “egoless” (dejar el yo a un lado) y, sobre todo, desarrollar el amor. Los requisitos necesarios de la comunicación según el libro Siete hábitos de las familias altamente eficientes son: Voluntad de escuchar, tiempo y disponibilidad, paciencia, respeto mutuo, entrenamiento, empatía, educación en las formas y saber perdonar.

Con los hijos

Pero si con alguien es importante, difícil y compleja la comunicación en la familia, es con nuestros hijos. Y la primera reflexión es que no “prediquemos” tanto, porque los hijos siempre nos observan. Comunicamos también con nuestros actos. Somos modelos y debemos educar en virtudes como la sinceridad, la serenidad, la alegría, la coherencia y el amor, siempre desde la fe. Como le respondió un hijo al padre cuando éste le dijo que siempre fuera por el buen camino: “Papá, ve tú que yo te sigo”.

10 recomendaciones para comunicarte con tus hijos:

Estar disponible. No siempre es cuando nos viene bien a nosotros.

Escuchar, comprender y después dar criterios, orientaciones.

Nunca criticar a la persona, pero sí a las conductas.

Interesarte, no interrogar.

Ayudarle a conocer las consecuencias de sus actos y decisiones. La responsabilidad.

Ayudarle a expresar sus emociones.

No compartir nuestros problemas cuando ellos no están preparados.

Estrechar lazos con los amigos de los hijos, convivir con ellos, estar cerca.

Comer/cenar todos juntos, en familia, sin televisión, sin teléfonos.

Aceptar los debates. Propiciarlos y disfrutarlos.

Educar es enseñar a amar.

También recomendamos el decálogo para mejorar la comunicación con nuestros hijos adolescentes, publicado en la revista Misión por el psicólogo Diego Cazorla: https://www.revistamision.com/10-pautas-para-mejorar-la-relacion-padres-hijos-comunicacion-en-clave-de-adolescentes/

Hay que señalar también determinadas conductas a evitar, como son: hablar sin escuchar sus propias opiniones y vivencias, hablar desde la postura del experto al ignorante, prejuzgar, humillar, ser excesivamente autoritario o permisivo, intentar ser “colega”, faltar a la verdad, no ser coherente o tener contradicciones entre los padres.

Finalmente, unas palabras que es bueno practicar en familia, tanto con los hijos como con la pareja. Son sencillas, pero de gran resultado e impacto:

TE QUIERO, con la mirada, con la palabra, con el corazón.

GRACIAS, que es humildad, pagar con el corazón.

PERDONA, porque todos cometemos errores, y pedir perdón sosiega a todos.

AYÚDAME, porque te necesito. Y esto fortalece nuestra humildad.

TE ESCUCHO. ¿Cómo te puedo ayudar? Ofrecernos sin que nos lo pidan.

¿REZAMOS? A ser posible en familia.

Para cerrar, una fórmula mágica en el hogar: Unir Comunicación y Amor, porque egoísmo y amor son incompatibles”. No sólo seamos detectores de la temperatura en el hogar sino reguladores activos. Como dijo en una conferencia el obispo Munilla “seamos termostato y no termómetro”.

José Ramón Bécares, director Cof Triana Los Remedios.

 

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