Llega el coronavirus: ¿qué valor tiene tu vida?

Hoy he ido a comprar a la plaza y el tema de conversación no era otro que “el coronavirus”…

La una comenta que “hay que ver cómo están en Madrid”; la otra que “qué miedo”; la de más allá “que si es que da diarrea (por lo del acopio de papel higiénico)”; su amiga: “anda, anda, que será como la gripe A, que al final nada de nada”; otra que se entera dice: “el problema es la gente mayor, (usted perdone)…”. Un señor que se agrega a la comidilla comenta: “pues la Bolsa no veas cómo está ¡que ruina!”.

Es algo que escapa a nuestro control y nos preocupa. Nadie lo dice abiertamente pero, de pronto, se ha hecho presente en el ambiente la conciencia de que somos mortales. Y de que a lo peor, la cosa no está tan lejos.

Como decía mi madre  “la vida no la tiene arrendada nadie”. Pero nos cuesta pensar en la muerte. ¿Te imaginas?

Sin embargo, reflexionaba yo sobre este asunto, a lo mejor es buen momento para tomarme en serio esta Cuaresma y recordar que “he de volver al polvo”.

Como cristiana, sé que la muerte es esa puerta que nos dará acceso a la presencia del Señor. Y Él preguntará por el amor, por cómo he respondido a Su oferta de intimidad amorosa.

Al mirar dentro de mí, veo que he de hacer un serio examen de conciencia. Para caer en la cuenta de qué valor le doy a la vida: según la viva aquí, según cómo responda al Señor, así será mi vida eterna. También sé que Él me quiere y que me puedo acoger a su insondable misericordia.

Tras ponerme frente a la muerte, a Él encomiendo mi vida. Y aunque no es políticamente correcto hablar de esto, se me vienen a la cabeza las plagas de Egipto o el cuarto sello del libro del Apocalipsis. Pero en manos de Dios todo es para bien.

Nuestro pastor, el Arzobispo Juan José Asenjo, con muy buen criterio, ha recomendado unas pautas para no dar alas a este mal que nos acecha, porque los cristianos hemos de cuidarnos para lo que Dios quiera de nosotros. Pero no me preocupo, porque acabo de poner mi vida en Sus manos.

A lo mejor esta pandemia del coronavirus es una fuente de gracia; como a mí, puede obligar a muchos a reflexionar sobre la muerte y sobre el valor de su vida. Y les invita a volver su corazón a nuestro Señor.

Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor  (Sal 1, 2)

Irene Mª Soto Noguero
Licenciada en Ciencias Religiosas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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