DISCOS, TAXIS Y HERMANDADES

Me comentaba un amigo mío, periodista, que el interés por un artículo –y su lectura- se decide en el título del mismo. He procurado seguir su consejo reuniendo tres  temas que, aunque no lo parezca, están muy relacionados.

Verán:

El mercado de la música grabada, de los discos, ha cambiado radicalmente en los últimos diez años. Hasta no hace mucho el modelo consistía en grabar discos que luego se vendían. Eso junto con algunos recitales  en directo. La aparición de internet y las descargas, más o menos legales, de música han acabado con ese modelo. La industria musical se ha tenido que reinventar  por completo.

También el servicio de taxis está empezando a cambiar. Primero fue el compartir coche para trayectos medios o largos (BlaBlaCar y otros). Ahora ha aparecido Uber, que consigue para sus usuarios un taxi, un coche privado o un viaje compartido desde el  móvil.

Estas innovaciones se enfrentan, en principio, a una fuerte oposición, incluso a reclamaciones legales; pero el final siempre es el mismo. El nuevo modelo se impone.

Lo mismo ha ocurrido con la distribución comercial, las líneas aéreas, la televisión y otros sectores que están cambiando o  han cambiado ya  radicalmente.

¿Qué tienen en común todo estos  cambios? Que identifican qué es lo que los usuarios quieren, fundamentalmente, y se lo ofrecen despojando al producto o servicio de todo lo demás, de lo accesorio. Eso supone revisar todos los procesos para quedarse sólo con lo esencial.

Todo lo anterior es trasladable a las hermandades. Todo puede cambiar; pero lo fundamental debe subsistir. La clave está en identificar qué es lo esencial y qué lo accesorio en las hermandades, aquello de lo que se puede prescindir,  y preparar  modelos de gestión adecuados a los nuevos escenarios previsibles, para  que las hermandades sigan cumpliendo su misión.

Hoy por hoy una parte del presupuesto de ingresos de las hermandades, en algunos casos decisiva, proviene de la subvención del Consejo por la gestión de las sillas. No siempre han contado con esa fuente de ingresos. Hasta 1979 las sillas las explotaba el Ayuntamiento. Desde esa fecha hasta el año 2.000 pasaron a ser explotadas por “los silleros”. A partir del 2.000 es el Consejo quien se hace cargo de su gestión –los cuatro  primeros años con la colaboración de una empresa y luego directamente. Esa gestión permite repartir a las hermandades las denominadas subvenciones –en realidad un reparto de beneficios- que oscilan entre los 25.000 y los  37.000 euros al año, en función del número de pasos que integran la cofradía. Las de Gloria y Vísperas también perciben parte de esos beneficios, en base a otros criterios.

¿Y si algún día esos ingresos se perdieran? No quiero dar ideas a nadie, ni deseo en absoluto esa situación; pero es una hipótesis a considerar. Dice un refrán que “los listos prevén; los tontos constatan”.

Y no me refiero sólo a los temas  económicos. Sería conveniente que las hermandades reflexionaran sobre su misión, qué identificaran qué es lo importante, qué lo  accesorio, aquello de lo que se podría prescindir y que replanteasen sus procesos de gestión y sus presupuestos, para que cuando el futuro  llegue, sea el que sea, se las encuentre allí esperándolo.

La historia de las hermandades se cuenta por siglos. No estamos ante el principio del fin, ni mucho menos, pero sí en un momento en que es necesario profundizar en la misión de las hermandades y en las actividades para llevarla a término.