LAS HERMANDADES EN LA IGLESIA (3)

 

Concluimos hoy, con esta tercera entrega, nuestro trabajo sobre el papel que los laicos han de desempeñar en la Iglesia y en la sociedad,  señalando el importante papel que juegan aquí las hermandades, como asociaciones mayoritariamente laicas, y su  protagonismo en la recristianización de la sociedad.

 

Los laicos en las hermandades.

Una vez definido el papel de los distintos grupos de fieles en la Iglesia podemos acercarnos a considerar el que han de jugar hoy los fieles  laicos encuadrados en esas  agrupaciones públicas de fieles que son las hermandades.

Misión  de las hermandades es la  recristianización de la sociedad  -que es lo que  propone el actual Código de Derecho Canónico, con un lenguaje más farragoso: «la animación con espíritu cristiano del orden temporal» ( CIC c. 298)-. Esta tarea  no se promueve  impulsando desde arriba la intervención de los laicos en los diversos campos de la vida social, sino desarrollando éstos su  vocación y misión bautismales, para que cada uno las secunde libremente, en este caso en  su hermandad o cofradía. Y esto lo han de hacer –según hemos visto- no  al margen o a pesar de su condición de laicos, sino, precisamente por esa condición, que les hace sujeto de derechos y obligaciones propias. Para realizar esa tarea los hermanos de una Hermandad  no tienen que “penetrar en las estructuras temporales”, en la sociedad,  por la sencilla razón de que ya están allí, ellos son la sociedad, a la que han de mejorar desde dentro.

Pero esa actividad, acorde con su condición de laicos, ha de realizarse en colaboración leal con la Jerarquía. Ni clericalización del laico, como destinatario o ejecutor  de la Jerarquía en cuestiones temporales, ni comprometer a la Jerarquía por las actuaciones temporales de algunos fieles que aparecen o se presentan como “católicos oficiales”.

¿En qué consiste ésa recristianización de la sociedad?  No se trata de clericalizarla, como decíamos más arriba, sino de  acomodar, desde dentro,  el mundo a los planes de Dios. Esa  tarea se concreta en la reconstrucción de nuestro modelo cultural y social. Un modelo  fundamentado en los principios éticos y culturales de la cultura greco-romana y la tradición judeo-cristiana. «Sólo con la defensa firme de los principios que consolidan nuestra civilización lograremos una sociedad más justa, más acorde con la dignidad humana». (Francisco;  Discurso al Parlamento Europeo 25-11-2014).

 

Un reto y dos problemas.

Este es el reto y la tarea de las hermandades hoy. Se observan, sin embargo,  dos tendencias, que se refuerzan mutuamente y que estorban la misión de las hermandades.

Por una parte el empeño de algunos de volver a los siglos XVII y XVIII, al  enfrentamiento a ultranza  con la Jerarquía, en un intento torpe  de tratar de afirmar un modelo de autonomía erróneo.

Por otra la consideración de  las hermandades como organizaciones ajenas al mundo real, a las que no les afecta  el derecho canónico, ni las indicaciones doctrinales y pastorales de la Jerarquía,  ni los criterios de la Doctrina Social de la Iglesia. Tampoco las normas civiles, ni las disposiciones fiscales o laborales.  “Es que las hermandades somos otra cosa”, dicen.

Éstos son dos intentos  inútiles  de aislarse de la sociedad, instalándose en un mundo irreal que acaba perjudicando seriamente a sus habitantes, quienes, en su miopía, son presa fácil de planteamientos totalitarios. En su deriva, al  suspender la conciencia ética en aras de esa supuesta originalidad de las hermandades, se produce en ellos  una bancarrota moral de consecuencias devastadoras, lo que Arendt calificó como la «banalidad del mal». Los resultados están a la vista.

Las hermandades no son espacios para la afirmación personal, ni para que los miembros de Juntas de Gobierno traten  de compensar carencias o frustraciones personales, son  instrumentos de Dios para la transformación de la sociedad.

Conclusión.

Como conclusión podemos afirmar que los fieles laicos tienen la misión de santificar el mundo desde dentro, y que las hermandades son un instrumento de especial importancia, perfectamente adecuado a su condición laical, para desarrollar esa tarea.