¿Soy acaso el guardián de mi hermano?

 

La semana pasada se produjeron dos noticias relacionadas con el tema de este post. Una de ellas, la muerte de más de 25 personas, 8 de ellas niños,  ahogadas en el Mediterráneo cuando intentaban llegar a nuestras costas. La segunda, una declaración conjunta de distintas instituciones eclesiásticas en contra de lo que se conoce vulgarmente como “devoluciones en caliente” [1]. Ni son las primeras muertes que ocurren en el Estrecho por esta causa, ni es la primera declaración que se hace a favor de un trato más humanos hacia las personas que llegan a nosotros o intentan llegar huyendo del hambre, la violencia, la persecución política o religiosa…Curiosamente cuando la Iglesia u organizaciones que se declaran católicas hacen declaraciones del tipo de las que aquí se mencionan, no son pocas las voces de creyentes que se muestran contrarias a este tipo de “intromisiones” en la vida política. Indudablemente, no saben lo que dicen.

 

Si hay algo claro en todos los textos, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo, es que todos los hombres estamos hechos a imagen de Dios y que por tanto somos iguales en dignidad. Pero hay aún más, son numerosas las veces que se hace mención en la Biblia a que se debe acoger de forma especial al extranjero, al inmigrante, al que llama a nuestra puerta. Grandes personajes del Antiguo Testamento fueron emigrantes. Así Abrahán obediente a Dios sale de su tierra, de su patria y de la casa de su padre para formar un gran pueblo (Gen 12,1). Jacob era un arameo errante (Dt 26,5).  “Al forastero que reside entre vosotros lo miraréis como a uno de vuestro pueblo y lo amarás como a ti mismo” (Lv, 19,34).

 

Podría seguir dando citas, solo he  mencionado algunas del Antiguo Testamento, no hay espacio para más. No he mencionado al Nuevo Testamento,  quizás lo haga otro día. Tampoco menciono  al Concilio Vaticano II y a todos los últimos papas ya que su magisterio es amplio en este sentido pero me quedo solo con una cita: “Nadie debe quedar insensible ante las condiciones en que se encuentran multitud de emigrantes. Se trata de personas que están a merced de los acontecimientos y que a menudo han vivido situaciones dramáticas. Los medios de comunicación social transmiten imágenes impresionantes, y en ocasiones escalofriantes, de esas personas. Se trata de niños, jóvenes, adultos y ancianos con rostros macilentos y ojos llenos de tristeza y soledad. En los campos de acogida sufren a veces graves privaciones”.[2]

 

Estamos en tiempo de Adviento, tiempo en el que nos estamos preparando para celebrar la entrada de Dios en la Historia por medio de un niño llamado Jesús que fue extranjero en Egipto donde tuvo  que emigrar, María su madre también lo fue y lo acompañó a la tierra extraña. Ella misma tuvo que salir de su casa y su ambiente para dar a luz en una ciudad que no era la suya, acompañada solo por José. En el relato de El Juicio final (Mt, 21,31-46), Jesús dirá que el que acoja al forastero es como si lo acogiera a él.

 


[1] http://www.juspax-es.org/products/solicitamos-la-retirada-inmediata-de-la-disposicion-sobre-las-expulsiones-sumarias/

[2] JUAN PABLO II  Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y el refugiado, 2004.