San Justino, mártir (C)

Lectura del santo Evangelio según Juan (17, 11b-19)

«¿Dónde está?», y había muchos comentarios acerca de él entre las turbas. Unos decían: «Es bueno»; otros decían: «No, sino que engaña a la gente». Pero nadie hablaba de él en público por miedo a los judíos.

A mitad de la fiesta, subió Jesús al templo y se puso a enseñar. Los judíos preguntaban extrañados: «¿Cómo es este tan instruido si no ha estudiado?». Jesús entonces les contestó: «Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado; el que esté dispuesto a hacer la voluntad de Dios podrá apreciar si mi doctrina viene de Dios o si hablo en mi nombre. Quien habla en su propio nombre busca su propia gloria; en cambio, el que busca la gloria del que lo ha enviado, ese es veraz y en él no hay injusticia. ¿Acaso no os dio Moisés la ley, y ninguno de vosotros cumple la ley? ¿Por qué queréis matarme?».

Comentario

Que sean uno como nosotros
La unidad por encima de todo. Unidad de Hijo con el Padre en el Espíritu Santo. Y unidad de sus seguidores en la tierra. Cristo ora por sus discípulos y los encomienda a Dios. Tal como hace Pablo en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, previniendo a la Iglesia de Éfeso del riesgo de dispersión y desunión entre los cristianos. Aun en nuestros días, ese riesgo perdura. No en sus formas heréticas como sucedía antaño sino de una manera más sutil, en el campo de batalla de cada conciencia cristiana, donde el tentador introduce la sibilina especie de que es posible creer a la carta, fabricarse una imagen de Dios a medida, estar en comunión sin estarlo. Esos son los nuevos lobos que amedrentan al rebaño fiel rondando a quien devorar. Jesús habla por boca del Padre, y tú, ¿por boca de quién hablas cuando tienes que hablar de las cosas espirituales?

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