Jueves de la 7ª semana de Pascua (C)

Lectura del santo Evangelio según Juan (17, 20-26)

Respondió la gente: «Tienes un demonio, ¿quién quiere matarte?». Jesús les contestó: «He hecho una obra y todos os admiráis por ello. Moisés os dio la circuncisión -aunque no es de Moisés, sino de los patriarcas- y vosotros circuncidáis a un hombre en sábado.

Si un hombre recibe la circuncisión en sábado para que no se quebrante la ley de Moisés, ¿por qué os enojáis contra mí porque he curado en sábado a un hombre enteramente? No juzguéis según apariencia, sino juzgad según un juicio justo». Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: «¿No es este el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que este es el Mesías?

Comentario

Que el amor pueda estar también en ellos
La tercera parte de la oración sacerdotal de Jesús incide en la unidad de los cristianos, pero va más allá, porque plantea el horizonte de la salvación eterna a todos los hombres. Jesús aboga por sus discípulos y explica claramente de dónde viene la fuerza de dicha salvación: del amor de Dios, exactamente del «amor con que me amaste». Es verdad, sin sentir el amor del Padre aun en los detalles más insignificantes se hace imposible salvarse. La experiencia de salvación pasa ineludiblemente, como un requisito obligado, por la experiencia de sentirse amado de Dios: criatura querida, hijo favorito, predilecto del Padre. Todo lo que bloquea o hace ignorar ese amor paternal nos lleva en la dirección contraria de la salvación. ¿No es hora de remover esos obstáculos?

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