I Domingo de Adviento (B)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos (13, 33-37)

Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».

Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa

Comentario

DESPIERTA

Cuando te cueste cuidar lo que crees
que no merece la pena
despierta:
Viene el amor sobre todo amor,
el amor que sustenta lo frágil
de la humanidad.
Viene por amor,
Viene por amar.

Cuando olvides la raíz de tu esfuerzo,
despierta:
Viene la raíz de toda raíz,
la raíz que ancla en las tormentas
más inhóspitas de la humanidad.
Viene por amor.
Viene por amar.

Cuando te emborraches del ruido de tu ego,
despierta:
Viene la humildad de las humildades
donde menos te lo esperas,
en lo más discreto de la humanidad.
Viene por amor.
Viene por amar.

Cuando te agotes y veas como salida el abandono,
despierta:
Viene el que tiene la última palabra de esperanza
en los desalientos más amargos.
Viene por amor.
Viene por amar.

Cuando te aturda la ambigüedad del camino,
despierta:
Viene el que da sentido a cualquier niebla en tu biografía,
aunque sea de noche,
aunque sea de noche opaca,
aunque sea de noche absurda y dura…
Sí, viene por amar.
Sí, viene por amar.

Cuando te de miedo el abismo de la soledad,
despierta:
Viene el que nunca nos ha dejado solos
el que habita en tu corazón
de niño herido,
de niño perdido,
de niño que busca amar y ser amado…
Sí, viene por amor.
Sí viene por amar.

Cuando no tengas el valor de abrirte de corazón
a la santidad de la presencia de los demás en tu vida:
despierta:
Viene el que confirma
que lo humano es el camino de lo divino,
el que confirma
que nada humano le es ajeno,
el que confirma que nada humano
es insignificante
para su presencia amorosa.
Sí, viene el que siempre ama.
Sí, viene el que siempre salva.

Cuando te amargue la vida esta tristeza animal,
allá en tu fondo más hondo,
despierta:
viene la salvación
que supera cualquier gris humano demasiado humano,
que supera cualquier maldad humana demasiado humana
que supera cualquier fracaso humano demasiado humano.
Sí, viene el que siempre ama.
Sí, viene el que siempre salva.

Cuando el desaliento
ante tanta maldad,
ante tanta sandez,
ante tanto cinismo
te impida respirar con serenidad:
despierta:
viene el apacible de los apacibles,
viene el sosiego de los sosegados,
viene la confianza de los confiados.
Sí, viene el que siempre ama.
Sí, viene el que siempre salva.

Cuando sientas que lo absurdo
de tanto egoísmo,
de tanto clericalismo,
de tanto cinismo
arañe tu mejor sensibilidad,
despierta:
viene el que da luz,
viene el que da sensatez,
viene el que da inteligencia
para vivir la libertad de los hijos de Dios.

Cuando tu fe sea como
una ruina irrecuperable,
una ruina gélida,
una ruina amorfa…
despierta:
Viene el que, asombrosamente, todo lo hace nuevo.
Viene el que mira con misericordia lo mejor del corazón humano.
Viene el que rescata asombrosamente lo que parece que no vale nada.

Despierta, sí.
Despierta.

Viene el esperado de los esperados.
Viene el más humano de lo humanos.
Viene el santo de los santos de Dios
para que los hombres seamos
lo mejor que podemos ser:
verdaderos hijos de Dios…

Sí, viene Dios y se encarna en un rostro humano
para que los humanos alcancemos,
con rostro divino…
el inimaginable rostro materno de Dios.

carmeloampelio@gmail.com
raspasdefuego.blogspot.com/

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