Lunes de la 14ª semana del Tiempo Ordinario (A)

Lectura del santo evangelio según San Mateo (9, 18-26)

Se acercó un jefe de los judíos que se arrodilló ante él y le dijo: «Mi hija acaba de morir. Pero ven tú, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos. Entre tanto, una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría. Jesús se volvió y al verla le dijo: «¡Ánimo, hija! Tu fe te ha salvado». Y en aquel momento quedó curada la mujer. Jesús llegó a casa de aquel jefe y, al ver a los flautistas y el alboroto de gente, dijo: «¡Retiraos! La niña no está muerta, está dormida». Se reían de él. Cuando echaron a la gente, entró él, cogió a la niña de la mano y ella se levantó. La noticia se divulgó por toda aquella comarca.

Comentario

Tu fe te ha salvado

Hay un hermosísimo juego de espejos escondido en esta perícopa en la que se engranan dos escenas narradas como una sola: la hija de Jairo vuelve a la vida y la hemorroísa encuentra remedio a sus males. Son dos formas de muerte: la aparente que todos pueden comprobar, empezando por el propio jefe de la sinagoga padre de la chiquilla, y la que solo ve quien la padece, tal como le ocurría a esa mujer aquejada de dismenorrea severa. Doce años quiere decir mucho tiempo, una vida entera podríamos traducir de la mentalidad judía que tenía en los números algo más que los cardinales. La chiquilla de Jairo también tiene doce años, la edad en que se desposaban los judíos en tiempos de Jesús, es decir, la vida entera por delante. Y en ambos casos -la muerte aparente o sentida, la muerte proyectada hacia el futuro o hacia el pasado- es la mano de Jesús la que salva. Dejarse tocar por la Palabra, por el Verbo encarnado, es garantía suficiente de salvación. Lo sabe Jairo, que pide a Jesús que le imponga las manos, y lo sabe la hemorroísa, que se atreve -una osadía en toda regla por mujer y por estar menstruando- a rozar la orla del manto con la fe de que la intervención de Jesús la sanará de sus males. Es la fe en Jesús la que salva. La que te salva a ti también.

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