Sábado de la 5ª semana de Pascua (A)

Lectura del santo evangelio según San Juan (15, 18-21)

«Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia. Recordad lo que os dije: “No es el siervo más que su amo”. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardan la vuestra. Y todo eso lo harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió».

Comentario: «Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya…»

     El Papa Francisco nos advierte constantemente del peligro de la mundanidad, porque la Iglesia está en el mundo pero nuestros criterios no pueden ser los del mundo. Los discípulos de Cristo tenemos que mirar hacia Él y hacer las cosas como las hacía Él y actuar siempre al estilo de Cristo que difiere mucho de los que el mundo impone.
     Ahora que se abren los templos, de nuevo, con la fase I  del desconfinamiento, alguien podría pensar que la Iglesia al no tener que regirse por los criterios del mundo, no tendría que hacer caso a lo que dispongan las autoridades y disponer sus propias normas. Pensar esto es un absurdo porque tenemos que ser los primeros en cumplir con las normas dictadas por las autoridades competentes, por primeros en velar por la seguridad y la salud de todos, los primeros en colaborar y ayudar a la sociedad en todo lo que se pueda.
     Que no somos del mundo y que los criterios del mundo son un peligro se ha de expresar en nuestros comportamientos y actitudes a la hora de prestar un servicio, de entregarnos para ayudar a todos, de vivir nuestras relaciones interpersonales y de organizar las cosas a nivel institucional. Tenemos que cuidar mucho no actuar, con criterios mundanos, buscando subir en prestigio eclesial, escalar puestos, usar los cargos como poder antes que como servicios, manipular a personas o situaciones para beneficio propio, el peligro del «carrerismo eclesial»  y tantas otras cosas que podríamos mencionar que tenemos que cuidar con mucha exigencia porque no somos del mundo.
     El mundo ama a quienes siguen los criterios mundanos pero Jesucristo se enfrentó abiertamente a todos los poderes que actúan con esos criterios y el siervo no es más que su amo. El Señor vino a servir y en servir nos tiene que ir todo nuestro interés, lejos de pretender servirnos. Nunca podremos buscar el aplauso de la sociedad, que ahora gusta mucho aplaudir. Debemos buscar sólo anunciar el Evangelio con palabras y obras y nunca buscar o hacer estrategias políticas.

 

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