Domingo de la 2ª Semana (C)

Lectura del santo evangelio según san Juan (2,1-11):

EN aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice:
«No tienen vino».
Jesús le dice:
«Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora».
Su madre dice a los sirvientes:
«Haced lo que él os diga».
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dice:
«Llenad las tinajas de agua».
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les dice:
«Sacad ahora y llevadlo al mayordomo».
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo y le dice:
«Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora».
Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.


Comentario

Las parroquias son, muchas veces, lugares donde se recoge y se expresa toda la fragilidad de las personas: oraciones suplicantes y emocionadas ante una imagen del Señor o de la Virgen; silencio humilde y contemplativo ante el Sagrario; padres y madres, a veces cansados, que se acercan con sus niños; ancianas que encuentran en Templo su segunda casa; familias pobres que vienen a paliar sus carencias y sus necesidades; inmigrantes recién llegados que todavía no han encontrado su lugar en nuestro pueblo; arrepentimiento sincero de quien busca el perdón que necesita en el sacramento; jóvenes en los que palpita la ilusión por cambiar el mundo; el servicio pobre y humilde de muchos que quieren construir la familia de todos…

Las parroquias son lugares donde, cotidianamente, se transforma nuestra fragilidad en impulso hacia el servicio, la esperanza y la alegría. Sólo hay una condición para que esto sea así, aquello que dijo María: “haced lo que Él os diga”.

En las parroquias no es extraño que el más sencillo se sienta protagonista y partícipe; que quien no cuenta en otros lugares, aquí se sepa elegido, valorado; que quien llega desolado y vacío acoja el consuelo que necesita para seguir luchando. Ojalá cada persona que nos acercamos a nuestras parroquias sintamos que nos ponen un nombre nuevo pronunciado por la boca del Señor. Que  ya no nos llaman “Abandonados”, ni a nuestro pueblo “Devastado”; sino que nos llaman “Elegidos”; y  que cada uno escuchemos que se nos dice: “el Señor te prefiere a ti”.

Esto es el Señor quien lo hace, sólo nos pide nuestra fragilidad.

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