NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE, fiesta (B)

Lectura del santo Evangelio según san Marcos ( 14, 12a. 22-25)

El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual. Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo». Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron. Y les dijo: «Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».

Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre.

La Iglesia festeja hoy, el jueves posterior a la solemnidad de Pentecostés, a Jesucristo como sumo y eterno sacerdote. Jesucristo se iguala a Melquisedec, el sacerdote del Antiguo Testamento al que Abrahán entregó los diezmos sin que él mismo fuera levita, esto es, de la tribu sacerdotal de Israel. Jesucristo es sacerdote de este orden porque tampoco él pertenecía a la tribu de Leví, a quienes les estaba reservado el oficio sacerdotal. El sacerdocio de Jesús está por encima de cualquier otro que se considere porque es cabeza de todas las gracias por su condición de hombre y Dios verdadero. Cristo es a la vez, sacerdote y víctima de oblación y, durante el sacrificio de la misa, además es altar de las ofrendas. Todo ello lo hace muy superior al sumo sacerdote de los judíos, que ostentaba la máxima capacidad de mediación entre Dios y los hombres. Sencillamente, Jesús lo desborda de lago. Pero además es eterno sacerdote, que es el otro significado de la fiesta que hoy conmemoramos. Eterno porque el fin de su sacrificio redentor son los bienes espirituales que alcanzamos con la muerte, en la vida eterna. Y su oblación en la cruz no necesita repetirse como sí sucedía con los sacrificios expiatorios de los sacerdotes de Israel de tiempo en tiempo: Cristo ha muerto una sola vez para la salvación de todos los hombres, tú también. En cada misa no repetimos esa muerte sino que la actualizamos, es como si volviera a suceder ante nuestros ojos, aunque nuestros sentidos nos engañen y no lo veamos. Tal es el sentido de la fiesta que hoy celebramos.

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