Crecer en la fe en el seno de una hermandad

Federico Martínez-James es universitario, estudiante de Derecho y coordinador de Juventud de la Hermandad del Gran Poder 

Como muchos otros niños, Federico fue a Catequesis e hizo su Primera Comunión. Y, como muchos otros niños (lamentablemente), al tercer domingo después de esta celebración dejó de ir a Misa. “Sin embargo, yo seguía asegurando que era una persona creyente e incluso practicante”, recuerda este sevillano que ya cursa el primer curso de Derecho.

Una hora a la semana para el Señor

Hasta que un día, años más tarde, su profesora particular le sugirió que “si no era capaz de dedicarle ni una hora a la semana al Señor, no podía considerarme una persona creyente”. Este “reto” no hizo más que avivar una inquietud que Federico llevaba guardando en su interior desde siempre, así que comenzó a participar en la Eucaristía dominical.

Poco a poco, fue acercándose a la Iglesia, aunque confiesa que donde realmente ha crecido en la fe ha sido el ámbito cofrade, concretamente en el grupo joven de la Hermandad del Gran Poder, corporación a la que pertenece desde hace seis años. “Lo que más me maravillaba de la hermandad era la forma en la que las personas que allí conocía transparentaban a Dios y cómo hablaban de su experiencia con Él”. Esto “le enganchó” tanto que allí sigue, ahora como coordinador de juventud.

Hermandades como ejemplo de vivir la fe en comunidad

“Creo que las hermandades aportan muchísimo a la Iglesia y que son un ejemplo de cómo vivir la fe en comunidad”. Así mismo, confiesa que gracias a su hermandad, “me he convertido en un enamorado de la Eucaristía; allí me han enseñado a cuidar el culto y la liturgia y a no dejar jamás un Sagrario solo”. No en vano, Federico visita casi a diario al Señor Sacramentado en San Onofre, una rutina que, junto con la oración diaria, asegura le ayuda a mantenerse fiel al Señor.

Por último, este universitario quiere agradecer a su familia su testimonio, porque “aunque no vivan la fe del modo en que yo la vivo, la educación que me han dado, los valores que me han transmitido y su ejemplo constante, me ayudan a crecer en la fe y a acercarme a Dios cada día. Ellos son, como diría el cardenal Karol Wojtyla, los verdaderos ‘cristianos anónimos’. Son increíbles”.

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