Todos lo saben

El iraní Asghar Farhadi es uno de los grandes directores contemporáneos. Ganador en dos ocasiones del Oscar al mejor filme en habla no inglesa por Nader y Simin: una separación (2011) y El viajante (2016), acaba de estrenar una de las mejores películas españolas de este año: Todos lo saben. Sí, española. Una empresa arriesgada para un realizador y guionista tan alejado teóricamente de la cultura y de la idiosincrasia de nuestro país.

Todos lo saben fue preseleccionada para representar a España en los Oscar, honor que corresponderá finalmente a Campeones. Con un reparto de lujo donde brillan Penélope Cruz, Javier Bardem, Ricardo Darín, Bárbara Lennie y Eduard Fernández, Farhadi ha escrito una historia situada en un pueblo vinícola de Castilla, con elementos de drama familiar y de thriller. Riesgo, decíamos, y mérito a parte iguales, porque si bien la cinta no alcanza las cotas de los mencionados títulos iraníes, el relato interesa y atrapa, y se atreve a “rozar” temas tan delicados como el alcoholismo, el aborto, la maternidad, la fe en Dios o la infidelidad matrimonial.

El argumento se despliega a partir del viaje de Laura (Penélope Cruz) a su pueblo natal desde Argentina, para asistir a la boda de su hermana Ana (Inma Cuesta). Su marido, Alejandro (Ricardo Darín), no ha podido acompañarla, pero sí sus dos hijos. La alegría del reencuentro con la familia y con Paco (Javier Bardem), del que Laura estuvo enamorada, se ve empañada por la desaparición de Irene, la hija mayor de Laura, durante la fiesta posterior a la boda. Un hecho que desata reacciones, revelaciones y consecuencias inesperadas.

No es casualidad que Farhadi se incline por las historias familiar es. “Es un terreno ‑afirma‑ que me permite explorar las relaciones de los miembros de la familia y toda la profundidad del ser humano. Es como un mar sin fondo y siempre se pueden encontrar aspectos interesantes que indagar. En realidad es una reflexión más amplia de la sociedad a través de la microsociedad que es la familia”.

La música de Alberto Iglesias y la fotografía del veterano José Luis Alcaine contribuyen al empaque de un filme rodado con la habitual elegancia de Farhadi, que nunca cede a la banalidad.

En su cine los adolescentes pueden resultar alegremente alocados, pero no estúpidos ni frívolos; los adultos débiles o incluso miserables, pero también capaces de sacrificarse y de reaccionar con generosidad. Y en esta sutileza de Farhadi para no humillar a sus personajes, para no despojarlos de la dignidad que poseen como personas, me parece que radica buena parte del atractivo de sus trabajos. Una cualidad que deberían cultivar más directores y guionistas, pero esto… no todos lo saben.

Juan Jesús de Cózar

 

 

Post relacionados