Una historia del Bronx

Érase una vez… el Bronx

Se cumple un cuarto de siglo del estreno de Una historia del Bronx, cinta que supuso el debut de Robert De Niro detrás de la cámara. El actor americano, que se reserva además un papel como padre del protagonista, logra orquestar de manera magistral la gran historia que nos cuenta.

Es un filme especial para mí porque formó parte importante de mi juventud gracias a D. Jose María ‑uno de mis profes en el cole‑, y porque viví y trabajé en las calles del Bronx durante un tiempo no muy lejano. Y es cierto lo que esta dura y realista película plasma: ese algo de magia que tienen sus calles.

Dura porque está plagada de violencia callejera, motes, tacos y tiros. Pero también realista, y por tanto bella, pues muestra con precisión de cirujano el día a día de sus calles en los años 60. Escuchamos coros entonando el “Doo Wops”, o “du duá”, como aquí se le conoce, ese estilo musical que se vale de voces y prescinde de instrumentos para hablar precisamente de lo que en las calles sucede, y que nació allí, en Nueva York. Y vemos a gente que habla de béisbol, de racismo, de mafia, de religión, de amores…

Tiene el arranque de las buenas pelis de los 90: voz en off, escenas de barrio costumbristas y música de época. Un comienzo que pone los bellos de punta y que mantiene la (buena) tensión hasta sus escenas finales. A lo largo de todo el filme el joven protagonista, Calogero, nos va contando su historia: la de un niño al que le cambia la vida tras presenciar un asesinato.

Y, también como las buenas pelis de los 90, está plagada de frases memorables. Es cierto que incluye alguna escena o diálogo prescindibles, pero el tono general es elegante y nos regala auténticas perlas y un mensaje a modo de fábula que conecta fácilmente con el espectador. Nos habla del talento malgastado, de cosas que entenderemos cuando seamos mayores, de lo maravilloso de ser católico, de discernir entre el bien y el mal, de la importancia de la familia, de las malas influencias…, de la banalidad del poder.

Todas estas notas hacen de Una historia del Bronx un clásico, bien aderezado por la cálida fotografía de Reynaldo Villalobos y la vibrante banda sonora de Butch Barbella. Sí, un clásico para desempolvar y disfrutar con nuestros hijos mayores, nuestros alumnos o en tranquila soledad. Porque la película de De Niro tiene eso que busca todo aficionado al buen cine: el sabor de las buenas historias.

Guillermo de Lara

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