Virgen Consagrada, “una nueva forma de vivir la entrega a Jesús”

El pasado 31 de mayo se celebraban los cincuenta años de la restauración del antiguo Ordo Virginum, por deseo de Pablo VI, lo que supuso el renacer de un carisma de la vida consagrada femenina que en la Archidiócesis hispalense se concreta en una decena de mujeres. Esta vocación singular, diferente y distinguible de toda otra forma de vida consagrada ha sido especialmente potenciada desde el Concilio Vaticano II, si bien, se trata de la forma más antigua de consagración, apareciendo ya algunos ejemplos de ello en los Hechos de los Apóstoles.

María Gallego es una de las vírgenes consagradas de nuestra Archidiócesis. Confiesa que siempre había sentido inquietudes vocacionales pero que no se sentía llamada a vivirlas dentro de un convento. “Me decía a mí misma que si hubiese algo en lo que yo pudiese vestir a mi manera y seguir con mi trabajo, no me importaría”, recuerda. En 2012 se entusiasmó al conocer que “el carisma que tantas veces soñé existía”.

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Virgen Consagrada, “una nueva forma de vivir la entrega a Jesús”

Aunque rara vez se recuerda de forma exacta la llamada de Dios, si María Gallego (Burguillos, 1981)  tuviera que poner una fecha al nacimiento de su vocación, diría que fue el 21 de enero de 2012.

“Desde siempre he sido muy parroquiana”, reconoce María, quien es maestra de Educación Inicial, pero fue ese día, gracias al correo que un sacerdote amigo le envió, cuando su vocación religiosa dio el pistoletazo de salida.

Un mes después, en unos Ejercicios Espirituales, Pilar Ríos –hoy también Virgen Consagrada- le habló de este carisma y a raíz de esta conversación “empezó un bonito caos”. Lo que más le sedujo del carisma fue que “podía decir sí al Señor sin la necesidad de pertenecer a ningún movimiento”. Y continúa: “a medida que lo iba conociendo, me iba atrayendo aún más porque prácticamente éramos pertenecientes a la Iglesia, como los sacerdotes diocesanos, sin ningún movimiento que nos identifique”. El 8 de febrero de 2014 se consagró, mostrando así “una nueva forma de vivir la entrega a Jesús sin necesidad de estar en un convento y en medio de un mundo tan secularizado. De esta manera, la gente, sobre todo los jóvenes, van viendo que, aunque no seas monja, puedes dedicar tu vida por completo a la Iglesia”.

María confiesa, no obstante, que lo que más obstaculizó su decisión fue su deseo de ser madre, “era la ilusión de mi vida, ya que soy una apasionada de los niños”, por ello se hizo maestra.

“Ser maestra no es una ocupación, es un estilo de vida, no concebiría la vida si no estuviese trabajando como tal”, apunta. A esta tarea que ahora desempeña en la Fundación Diocesana de Enseñanza Víctoria Díez, se suma toda su actividad pastoral: colabora en la Vicaría de la Nueva Evangelización desde hace seis años y es catequista de Confirmación en su parroquia. Al respecto, explica que este curso ha llevado cuatro grupos y que, “aunque suponga un quebradero de cabeza para ver cómo y qué hacer con estos chicos que ni son niños ni son jóvenes y no se organiza apenas nada para sus edades (10-14 años), aporta un enriquecimiento personal que no puedo describir con palabras. Es todo un reto y un gozo trabajar con ellos pues ves el cambio de la infancia a la juventud y eres testigo privilegiado de ello”.

Acompañar a grupos de Confirmación es “un reto y un gozo pues ves el cambio de la infancia a la juventud”

 

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