Acoger, acompañar y dar testimonio

La experiencia vivida tras escuchar a  personas que necesitan ayuda me hace  pensar que la clave  está en estas tres palabras ACOGER, ACOMPAÑAR Y DAR TESTIMONIO.

La acogida  la entiendo cuando empatizo con el otro y con su problema, cuando soy capaz de salir de mí y ponerme en su situación; cuando me coloco en actitud de escucha olvidándome de mi persona y pensando que lo más importante que estoy haciendo en ese momento es estar con él.

¡Qué importantes y qué bien nos sentimos cuando somos escuchados! ¿verdad? En ese momento somos  privilegiados porque realmente en este mundo y momento actual cuantas personas están solas y no tienen a nadie con las que compartir sus sentimientos y preocupaciones.

Simplemente con ser escuchado, aunque no nos den una solución, nos sentimos realmente bien. Ha sido como una “terapia” para nosotros.

Pues fíjense cuando además el sentimiento posterior que nos produce el escuchar a esas personas es realmente decirnos a nosotros mismos “soy una privilegiada” o “realmente Beatriz te quejas de vicio”….

Es una enseñanza y  muy  cierto que se recibe “el ciento por uno” cuando damos un poco de nuestro tiempo en acoger y escuchar a alguien.

 

El acompañamiento  lo entiendo  como un caminar juntos en esta senda de la vida que nos ha tocado a cada uno vivir. También lo experimento realmente como un privilegio. Cuando he acompañado a alguien en su situación de dolor he experimentado que esa persona me acompañaba a mí.  Me interpelaba, sin decírmelo, a pensar cómo estaba yo llevando mi vida en esos momentos y que tal vez ese acompañamiento era recíproco. Y lo mejor de todo, le decía el otro día a un amigo, se habían creado finalmente unos lazos fuertes de amistad sincera experimentada desde el sentimiento de fraternidad.

 

El testimonio  no podemos dejarlo atrás. Si hago todo lo anterior pero no doy realmente testimonio con mi vida, de nada sirve todo lo que he experimentado.

Si no llevo a mi vida personal y familiar lo que quiero transmitir cuando acojo y acompaño nada de lo anterior tendrá sentido. Y huelga todo mi esfuerzo y mi entrega. Las palabras en este caso no tienen sentido y no seré una persona creíble ni fiable.

En nuestras familias lo experimentamos con nuestros hijos cada día. Nuestro ejemplo es lo que les hace ser personas y no todo lo que les digamos si no lo acompañamos del testimonio.

 

La primera exigencia del acompañamiento es la cercanía a las personas en el sentido de unirse a ellas en su camino como Jesucristo con los discípulos de Emaús. Entrar en su camino es conocer sus deseos, compartir sus tiempos, entender el camino mismo que Dios hace en cada uno para apoyarlo y asegurarlo para que dé fruto”

(D. Juan Antonio Reig Plá y D. Juan de Dios Larrú, profesores del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y familia en “Una conversión pastoral para la familia. Contribución al Sínodo.” Ed. EDICEP)