¡Déjate querer!

Ese era el título de una canción de José Manuel Soto, del año 1992, con la que alcanzó un considerable éxito, tanto que aún se sigue escuchando.

También para ser Hermano Mayor –y por extensión, miembro de una Junta de Gobierno- hay que aprender a dejarse querer; pero es difícil, muy difícil, saber aceptar atención y cariño. Ya ves que no es lo mismo amar que ser amado, decía la letra del viejo bolero.  Resulta muy complicado, para todos, dejarse amar, poner mi libertad a los pies de los demás, para que sean ellos los que me la administren. Eso exige una considerable dosis de humildad y generosidad y  no todo el mundo está dispuesto a ponerlas  en juego, a ponerse en juego. Lo otro, ir repartiendo mi afecto a discreción, es una forma solapada de egoísmo. Doy por la satisfacción que me proporciona el dar, no incondicionalmente, y  me retiro cuando no recibo una compensación adecuada a mi donación. No es eso.  Amar es un permanente estar a disposición de los demás, esto es lo que caracteriza a la persona y ésta es una actitud  especialmente necesaria en  el Hermano Mayor, que tiene que liderar –y servir-  a los demás.

Es precisamente ese ponerse a disposición de los demás lo que hace al Hermano Mayor capaz de generar riqueza, de crear cultura y  valor personal en los miembros de su Hermandad. La persona, cada persona, sólo cobra pleno sentido como tal en el darse, la esencia del hombre es su inagotable capacidad de donación, por lo que inagotable es también  su capacidad de servir, de generar valor en los demás, en nuestro caso en los hermanos. Esa es precisamente la misión del Hermano Mayor.

En el gobierno de la Hermandad es necesaria la autoridad, competencia, profesionalidad, toma de decisiones sobre los distintos temas, mantenimiento de relaciones eficaces con los demás hermanos mayores y con el Consejo –más allá de la simple camaradería y el cotilleo-, gestión de la comunicación, resolución de problemas de todo tipo, y muchas cosas más; pero todas ellas han de estar enmarcadas por la capacidad de liderazgo que nace de la puesta a disposición de los demás, incondicional, sin cálculos.

Es complicado y exigente; pero imprescindible,  si el Hermano Mayor quiere realmente servir a su Hermandad.